jueves, 25 de febrero de 2010

LIBRO DE HIJA DE TRUJILLO REVOLTEA LA HISTORIA Y PROVOCA IRA...

ANGELITA ACUSA
Dice que la muerte de Las Mirabal fue obra de quienes mataron al dictador.
Por La Redacción Diario DigitalRD.Com
Santo Domingo, 25 DE FEBRERO 2010.-
Angelita Trujillo, hija del dictador Rafael Leonidas Trujillo, ha revolteado el ambiente político dominicano al remover la historia del crimen contra las Hermanas Mirabal.

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La Trujillo, ha dicho que la orden de matar a las Mirabal no vino del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina, sino por instrucciones del general José –Pupo- Román Fernández.
Y agrega que el general José –Pupo- Román Fernández, actúo por orden de Luis Amiama Tio, uno de los conjurado en la muerte del dictador y tenido como héroe nacional
El relato de Angelita Trujillo intenta revertir la versión histórica que atribuye a Trujillo el horrendo crimen contra las Mirabal .

Por ejemplo, la hija del dictador atribuye a Segundo Imbert Barrera la responsabilidad de supervisar y constatar la ejecución del crimen de la Mirabal. Segundo es hermano del héroe Antonio Imbert Barrera, quien también participó en la muerte de Trujillo la noche del 30 de mayo de 1961.
Angelita revela que su hermano Ramfis recibió tres veces en la casa de Boca Chica a Minerva Mirabal, quien lloraba frecuentemente, y diligenciaba que Trujillo libera a su esposo Manolo Tavárez Justo, preso en Puerto Plata, según consta en una resena del texto publicada este jueves por el Listin Diario.
El libro “Trujillo, mi padre: En mis memorias, Angelita”, será presentado hoy en la noche en un acto previsto para celebrarse en el Hotel Santo Domingo. Se espera que hasta allí acudan grupo antitrujillista a protestar contra la afrenta contra héroes que pusieron fin a la dictadura.

De acuerdo al relato del libro, la hija del dictador narra que Pupo Román traicionó a su padre y, cuando el plan fracasó, traicionó a sus compañeros de conspiración ordenando “que no fueran capturados vivos para que no lo delataran”.

Amiama Tió, reseña en la obra de 450 páginas era el contacto directo entre Dearborn, jefe del puesto de la CIA en el país, y los conjurados.
Con ese crimen, que calificó de horrendo, detestable, con un sadismo salvaje e indescriptible, el gran perdedor fue el gobierno de Trujillo y los conspiradores los grandes ganadores, precisa la dama en su libro.
De acuerdo con las declaraciones de Román, los ejecutores fueron miembros del Servicio de Inteligencia Militar, dependencia directa de la Secretaría de las Fuerzas Armadas, “a excepción de un señor llamado Segundo Imbert Barrera, responsabilizado de supervisar y constatar la ejecución del crimen”.
En las interrogaciones el general Román dijo que mandó a eliminar a las Mirabal porque Luis Amiama Tió le dijo que era necesario.
“Lo que nos lleva a la interrogante: ¿Quién le transmitió la macabra orden al señor Amiama? ¿Y quién escogió a las hermanas Mirabal como víctimas eficaces, idóneas para el efecto apetecido?”, se preguntó Angelita.

Para describir las consecuencias de este crimen usó una expresión del argot de los jugadores de gallo: “Le dieron un golpe maestro” al régimen de mi padre.
Afirma que Trujillo se puso “furioso, furioso de verdad” cuando le informaron del crimen perpetrado.

“Eran muy raras las ocasiones en que mi papá traía novedades políticas a la casa. Sin embargo, era esta una de las pocas veces que no podía disimular su enojo.
Mi mamá fue testigo de su frustración ante este crimen.
Tampoco le eran ajenas las repercusiones y acrimonias que arrastraría este homicidio”
, puntualizó.
De más está decir, agregó, que su papá no era hombre de tirar la piedra y esconder la mano, que no rehuía responsabilidades, pues asumía las suyas y las de otros.
Ese conmovedor suceso, hace constar, constituía un dilema para su padre porque tenía que considerar la “intención”.

Creyó Trujillo, dice Angelita en su libro, que Román había actuado en un arre- bato de celos, en la creencia de que actuaba en beneficio del gobierno. “Lógicamente se había excedido en la comisión de un crimen político, por exceso de lealtad, obtusa, pero al fin y al cabo lealtad”.

Trujillo decía –precisa la obra– que para la mente de Román eso era posible, que a lo mejor quiso exhibir su lealtad en agradecimiento a una exorbitante suma de dinero que días antes había recibido para saldar la hipoteca de su finca con el Banco Agrícola.
Para su tío Nené Trujillo, señala Angelita, hasta Johnny Abbes estaba fuera del país cuando se produjo el crimen.

Señor del sombrero
Angelita indica que posteriormente, durante el juicio seguido a los asesinos de las hermanas Mirabal, sucedió algo curioso, pues los acusados hacían referencia al señor del sombrero que desde un carro color rojo verificaba la matanza. “Pero se cohibían de mencionar su nombre en razón de que éste era hermano del héroe Anto nio Imbert Barrera”.

Segundo Imbert Barrera estaba preso, pero Angelita dijo que era obvio que la jerarquía militar del general Román, secretario de las Fuerzas Armadas, le permitió sacarlo de la cárcel “por lo que pienso que este señor debió ser un eslabón clave para la ejecución de este crimen y dentro de la conspiración”.


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