El ex presidente Bush justifica la invasión iraquí aunque Sadam Husein no tuviera armas nucleares - En sus memorias defiende su legado: las guerras y la tortura
YOLANDA MONGE - Washington - 14/11/2010
Solo había un hombre que entendía lo que el ex presidente de Esatdos Unidos George W. Bush estaba viviendo, y ese hombre era su padre. Bush hijo se sentó en su escritorio de la Treaty Room de la Casa Blanca y garabateó una carta:
George W. Bush
El ex mandatario se muestra siempre en posesión de la razón, aun al admitir fallos
Bush menciona hasta cuatro veces al "visionario" José María Aznar
"Querido papá:
Sobre las nueve y media de la mañana, di la orden a SecDef
[el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld] de ejecutar el plan de guerra para la Operación Libertad Iraquí. A pesar de que hacía meses que había decidido usar la fuerza en caso de ser necesaria para liberar Irak y despojar al país de las armas de destrucción masiva, la decisión fue muy emotiva... Sé que he hecho lo correcto y rezo para que se pierdan pocas vidas.
Irak será libre, el mundo será un lugar más seguro. La emoción del momento ha pasado y ahora espero que me digan cómo se desarrollan los hechos.
Ahora sé lo que tú sentiste.
Con cariño.
George".
Unas horas después, la respuesta del padre al hijo llegó a través de un fax:
"Querido George,
Tu nota manuscrita, que acabo de recibir, me ha llegado al corazón.
Estás haciendo lo correcto. La decisión que acabas de tomar es la más dura que has tomado hasta el momento. Pero la has tomado con fortaleza y compasión. Está bien que te preocupes por la pérdida de vidas inocentes, sean iraquíes o americanos. Pero has hecho lo que tenías que hacer.
Puede que esto te ayude un poco a afrontar lo que sin duda son los problemas más difíciles que ningún otro presidente ha vivido desde Lincoln: llevas la carga con fortaleza y gracia.
Recuerda las palabras de Robin [hermana de Bush hijo que murió con cuatro años de leucemia]: 'Te quiero más de lo que puedo expresar'.
Devotamente.
Papá".
Esa misma noche caían las primeras bombas sobre Bagdad e Irak comenzaba a ser liberado.
Tras casi dos años de silencio y reclusión en Tejas (en Dallas, que no en el rancho de Crawford, al que el ex presidente dice que ahora va menos que cuando ocupaba la Casa Blanca), Bush ha vivido esta semana sumido en una frenética gira televisiva para promocionar su libro de memorias, Decision points (Momentos decisivos), puesto a la venta el martes en EE UU.
Superficial, arrogante en ocasiones, y siempre en posesión de la razón incluso cuando quisiera hacer creer que admite errores, el último presidente republicano defiende en 497 páginas sus ocho años en la Casa Blanca justificando la guerra de Afganistán para acabar de una vez con Al Qaeda (Osama Bin Laden sigue en paradero desconocido); defendiendo la de Irak aunque no hubiese armas de destrucción masiva; y mostrándose casi orgulloso de haber permitido la tortura a sospechosos de terrorismo porque "salvaba vidas".
"Nuestro abogado dijo que era legal", le contestó el ex mandatario al presentador de la NBC Matt Lauer a la pregunta de por qué aprobó el uso del waterboarding (ahogamiento simulado). Así de sencillo: los abogados del presidente fabricaron una Convención de Ginebra que se ajustara a sus propósitos de obtener información a cualquier precio.
Fue "difícil desmoronarlo", explica Bush sobre el sometimiento a la técnica del waterboarding -hasta 80 veces- del cerebro de los atentados del 11-S, Jaled Cheij Mohammed. "Pero cuando lo hizo, reveló muchas cosas", en particular un plan de atentado con ántrax contra estadounidenses.
Bush cita cuatro veces al ex presidente español José María Aznar, fiel seguidor del mandatario estadounidense en la contienda iraquí. "Tony y yo acordamos una estrategia: introduciríamos la segunda resolución en Naciones Unidas, apoyados por el visionario líder de España: el primer ministro José María Aznar", escribe en la página 246 de sus memorias.
Las memorias del hombre que parece estar en cabeza para que la historia le otorgue el título de peor presidente de EE UU son fiel retrato de su persona y su legado: seguir defendiendo tozuda y egoístamente la guerra en Irak porque sin la existencia de Sadam Husein el mundo es un lugar mejor, y justificar la tortura por ese mismo motivo.
"Habíamos sufrido el ataque sorpresa más devastador desde Pearl Harbor. Un enemigo había atacado la capital de nuestro país por primera vez desde la guerra de 1812", escribe Bush sobre la mañana del 11-S. "En ese momento [el derrumbe de las Torres Gemelas] estuve seguro de que acababa de ver morir a más americanos que ningún otro presidente en nuestra historia". La misión de su presidencia acababa de ser dictada: "Proteger a mi pueblo y defender nuestra libertad para que no volviera a haber otro ataque". El precio no importaba.
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