Protagonistas en el drama sangriento del narcotráfico dominicano. Desde arriba, Rolando Florián Félix, Quirino E. Paulino Castillo, Bienvenido Guevara Díaz. (Maconi), José Figueroa Agosto, Sobeida Félix Morel, José Amado González González y Ramón A. del Rosario (Toño Leña). Archivo
Auge. El narcotráfico cobró auge durante el último decenio, reportándose en 2007 que los envíos de droga a Haití y RD se cuadruplicaron desde 2003, y en la ruta aérea utilizada por capos colombianos el 98% llegaba a su destino
Complicidades y silencio le dieron protección, facilidades que durante tres decenios permitieron la evolución sin tropiezos del narcotráfico en República Dominicana, desde tenderle un puente a las redes internacionales y conformar una estructura operacional entre los años ochenta y noventa del pasado siglo hasta su consolidación en la última década, creando un mercado interno y redes locales que con el macro y micro tráfico se enquista en todos los estratos sociales.
Los capos extranjeros, colombianos, venezolanos, puertorriqueños, españoles, establecieron nexos en el país, penetrando en grupos de poder económico, político y social. Se aliaron a dominicanos, montando un engranaje con piezas clave en la Policía Nacional y en las Fuerzas Armadas, que le permitieron operar largos años con muy pocas fisuras, esporádicas delaciones, ocasionales detenciones.
Criminalidad
Dentro de todo el entramado de la narcoactividad que impunemente se abrió espacio, se han generado crímenes y delitos en una gradación desde transacciones que encubren el blanqueo de capitales hasta el sicariato.
El narcotráfico se desarrolló sin mayores resistencias, creó fabulosas fortunas, contribuyendo a la expansión económica del noventa. El lavado de activos se fue filtrando en la banca, dinamizaba el sector inmobiliario y la industria de la construcción, contaminaba la economía. Millones de dólares derivados de la droga y otras fuentes ilícitas se invertían en prósperos negocios, se ostentaban en villas y mansiones, emergían torres, las calles se llenaban de yipetas.
El dinero sucio fluyó a raudales, subrepticiamente comenzó a penetrar en partidos políticos, permeó instancias estatales, más vulnerables bajo el imperio de un sistema político que busca el poder por el poder, donde el poder emana de la influencia del dinero.
Paralelamente, el consumo de estupefacientes crecía en segmentos poblacionales altos y medios -donde originalmente contó adictos-, atrapaba a jóvenes de sectores populares, desactivando la protesta social.
Así, durante tres decenios se fue tejiendo una historia sangrienta con grandes perturbaciones sociales, de ajustes de cuentas y “tumbes” de droga, de militares narcotraficantes y de narcotraficantes escudados en el uniforme militar.
Una historia de fugas, evasiones sospechosas de recintos militares y penales, de sobornos y cobro de “peaje”, de expedientes judiciales deliberadamente mal instrumentados y sentencias cuestionadas, de comisiones que se diluyen en la nada, de investigaciones truncadas, detenidas al llegar a implicados de alto nivel político y económico. Una historia de corrupción, de testaferros e incautación de millones de dólares y pesos dominicanos, apartamentos y carros de lujo, helicópteros, aviones, yates, fincas y otras propiedades.
Este y Sur
El narcotráfico, que en sus inicios buscó asiento en San Francisco de Macorís y Santiago, sentó reales en las regiones Este y Sur, donde la infraestructura aeroportuaria y marítima ha sido ampliamente utilizada. La droga se trasegaba en barcos, lanchas y aviones, encubierta en furgones de auyama o de yautía, en el estómago o la vagina de “mulas”, en maletas, libros o lámparas.
En mayor o menor escala, camuflada o no, sigue fluyendo, aumentando la frecuencia de avionetas que de madrugada o a plena luz del día lanzan la “mercancía” o aterrizan en una finca o un batey, en La Romana, Higüey, Barahona, Puerto Plata, en toda la geografía dominicana.
Explosión
Desencadenando violencia, criminalidad y delincuencia, el narcotráfico hace explosión en la primera década del siglo XXI, logrando una alarmante penetración en las estructuras socioeconómicas, manteniendo al país de escándalo en escándalo en 2009.
Entre 1990 y 2004 se registraron seis grandes casos de incautación de cocaína, con un decomiso total de 6,140 kilos, mientras que sólo en 2006 sumaron cinco toneladas de cocaína y 236.5 kilos de heroína, la mayor en 20 años. El lavado de activos no se detenía, denunciándose desde Estados Unidos que en 2007 se blanquearon aproximadamente mil millones de dólares a través del sistema financiero nacional. En los dos años siguientes la narcoactividad creció, la incautación también, confiscándose más de 6,000 kilos de narcóticos en 2009 -casi igual a los 14 años en 1990-2004-, pero ha sido mucha la droga que con la protección policial y militar, burló la vigilancia y llegó a su destino.
Origen
Treinta años atrás, los narcotraficantes carecían de influencia y poder, el país vivía ajeno a este fenómeno peligrosamente destructivo que socava la institucionalidad. Hasta la intervención militar norteamericana de 1965, las drogas tenían un uso muy limitado. Para 1975 los usuarios -predominantemente de marihuana y sicofármacos- se estimaron entre 20 mil y 30 mil, y aunque ya operaban Casa Abierta y Hogares Crea, pioneros en la prevención y rehabilitación de adictos, el tráfico y consumo de drogas no eran aún un grave problema.
Años ochenta.
Durante este decenio, en sectores caracterizados por su dinámica progresista comenzaron a facilitar narcóticos que neutralizaban sus inquietudes sociales. Barrios del norte de la Capital y ciudades de gran intrepidez en la lucha reivindicativa, como San Francisco de Macorís, eran corroídos por la droga. La delincuencia florecía, proliferando hechos vandálicos protagonizados por jóvenes estimulados por el abuso de estupefacientes.
La drogadicción, la sustitución de marihuana por cocaína y crack, creció con la estampida emigratoria tras la crisis económica de los años 80, las pandillas juveniles, la integración de dominicanos a bandas de narcotraficantes en Nueva York y sus nexos en el país, el apresamiento y deportación masiva, sobre todo tras la gran batida contra el narco en la Gran Manzana.
Años noventa
En el primer quinquenio del noventa, cuando ya la Agencia de los EU para el Control de la Droga (DEA) había declarado a RD “puente ideal del narcotráfico en el área del Caribe”, este fenómeno cobró impulso. La frontera dominico-haitiana, zona altamente vulnerable por la inmensa pobreza y venalidad de políticos y militares, se convirtió en un punto estratégico para llevar droga a EU y Europa. Se consolidó una mafia de dominicanos y haitianos que tuvo continuidad al salir del poder los militares en Haití.
Los capos extranjeros siguieron llegando, relacionándose social y económicamente con familias de clase media y alta. Encontraron terreno fértil en una sociedad ávida de dinero, de dinero rápido, fácil. Ambiciones y frustraciones, la descomposición social y la corrupción le dieron aliados, adictos y operarios en las zonas de pobreza y el desempleo, en una juventud sin oportunidades de superación o atrapada en el hedonismo.
Así, el narcotráfico arraigó en RD, a la que le arrebató el sosiego, ganando la batalla a las autoridades, a juzgar por las fugas, la inseguridad, la violencia que perturba la cotidianidad con los “tumbes” y ajustes de cuentas que ensangrientan hasta la Nochebuena.
Antecedentes
Noticias del narcotráfico
Siete venezolanos liderados por Martín Ramón Pirela Ortega son acusados por la DNCD en 1990, junto a varios dominicanos, de introducir al país por Boca Chica 1,200 kilos de cocaína a bordo del barco Censa II. Liberan a Pirela Ortega en 1993 y lo entregan a cónsules de su país. Este caso, como el de un grupo de colombianos, generó gran escándalo en los tribunales y provocó la destitución una fiscal del DN. Aumentan las evasiones de presuntos capos en recintos carcelarios.
Alto oficial y funcionario
En 1992 atribuyen a James Shedd, vocero de la DEA en Miami, afirmar que un alto oficial de la PN y un funcionario palaciego están involucrados en el tráfico de 399 kilos cocaína que llegaron a Miami el 9 de abril desde RD. Poco después, detectan otra voluminosa carga lanzada sobre el Sur del país.
“Cartel” de Santiago
Estiman que el “cartel” de Santiago desplazó en influencia y cobertura al de San Francisco de Macorís. Informan que 5,719 libras de marihuana incautadas en septiembre en un barco de Colombia, tenían los mismos destinatarios que 800 kilos de cocaína detectados días antes: una red integrada en su mayoría por colombianos.
Dominicanos deportados
Desmantelan en 1993 bandas de narcos dominicanos en Nueva York, repatriando ese año desde EU 1,170 criollos. Las detenciones y deportaciones aumentan en 1994, cuando quedan presos en EU más de cinco mil dominicanos. RD y Venezuela suscriben un acuerdo el 5 de noviembre de 1994 para prevenir y combatir el narcotráfico. La DNCD detiene a una red de narcos dominicanos y puertorriqueños. Un reporte del Programa Regional para el Caribe de la ONU de 1997 dice: “La RD es el mayor punto de transbordo de cocaína y “cannabis” contrabandeado desde países fuentes hacia EU; el tráfico ilícito ha sido dominado por grandes organizaciones con enlaces con elementos criminales en Santo Domingo y la gran población en Nueva York”.
Acuerdo con la DEA
En 1998 aprueban un acuerdo marítimo entre RD y la DEA que le permite perseguir narcotraficantes en aguas territoriales dominicanas. Con la falsa identidad de Felipe Rodríguez de la Rosa, llega al país en 1999 el capo boricua José David Figueroa Agosto, tras escapar de una cárcel de Puerto Rico. Junto al extraditado capo Wilfredo Andújar, en 2001 es detenido y liberado. De 2000 a 2005 crece la violencia en RD, los homicidios suben de 15 a 25 por cada mil habitantes.