PRIVACIDAD Y LIBERTADES INDIVIDUALES, SACRIFICADAS POR LA SEGURIDAD
Control. La seguridad no tiene garantía, pese a normas más restrictivas.
J.C. Malone
jcmalone01@aol.com
Fuente: Listin Diario
Nueva York
Cruzando el detector de metales, armas, sustancias y pensamientos peligrosos, en el Aeropuerto Kennedy, un oficial de seguridad me dijo: “Párese ahí, vire a la derecha, levante la cabeza, agárrese la cabeza con ambas manos”. Lo miré por el rabo del ojo; era un negro brilloso, como de charol, con ojos de chino. Balbuceándole a un micrófono minúsculo, un inglés ininteligible, hablaba como un despachador de taxistas, o narrador de bingo buscando que nadie se declare ganador.
“Avance”, bajé los brazos y caminé. “No le he ordenado bajar los brazos” entendí inmediamtente que estaba “bajo sus órdenes” y subí los brazos, pidiendo disculpas en silencio, con los ojos.
Tomó mi cartera y revisó cada billete, cada tarjeta, lo revisó todo con cuidado.
“Siga por ahí”, ordenó; le obedecí inmediata y silenciosamente para encontrarme con otro official: “¿Esto es suyo?” dijo mostrándome una de mis mochilas. Asentí con la cabeza: “Venga conmigo”, me ordenó. Abrió la mochila y con cuidado sacó algo, convenciéndome de que detrás de los problemas de los hombres, siempre están sus ex mujeres. Delight Lester, la madre de mi hija Lillie, me usó para enviarle varios paquetes, cientos de tubitos de vidrio para tomar muestras de sangre a nuestro mutuo amigo el doctor Víctor Valentín y a su esposa bioanalista, Clara Lorenzo. Y por descuido puse una crema humectante, Lubriderm, en la misma mochila.
Cambios en el transporte
Esta gente estaba convencida de que haría estallar el avión. El transporte aéreo sufrió muchos cambios desde los ataques del 11 de septiembre hace 10 años.
Los boletos se encarecieron, los servicios se redujeron, los accesos fueron restringidos, la privacidad fue asesinada, y la desconsideración es la nueva norma. Y todo, absolutamente todo lo que siempre fue caro en los ae- ropuertos, ahora está super carísimo en nombre de la dichosa seguridad.
Aprovechando el estado de pánico generalizado que siguió al ataque, el presidente George W. Bush empujó su tristemente célebre “Acta Patriótica” por el Congreso, asumiendo poderes casi dictatoriales.
Eso básicamente destruyó el sistema de privacidad, garantías constitucionales y libertades individuales de la nación.
El “Acta Patriótica” y su afán de seguridad literalmente convirtió muchisimos departamentos de policías y oficinas de sheriffs en una Gestapo para los inmigrantes.
Muchísima gente ha sido apresada en redadas y deportadas gracias a provisiones de “seguridad”.
En mayo de este año el presidente Barack Obama, que prometió “cambios”, reautorizó por otros cuatro años la vigencia del “Acta Patriótica”.
El gobierno puede intervenir y grabar llamadas telefónicas, revisar los récords de los negocios, vigilar lo que leemos en las bibliotecas públicas y otras formas de espionaje.
Obama también prometió cerrar la cárcel de Guantánamo pero sigue abierta.
Guantánamo pone sobre la mesa un nuevo modelo de cárceles, para un nuevo grupo de “tipos peligrosos” con los que nadie puede lidiar.
Persiguiendo una ilusion de “seguridad” entregamos casi todas nuestras libertades y estamos llegando al punto que vaticinó Benjamín Franklin. Según él, quien entrega su libertad a cambio de seguridad termi- na perdiendo ambas. Buscando seguridad y dinero simultáneamente, “privatizaron” una buena parte del concepto mismo de “seguridad” creando nuevos y despreciables modelos de negocios.
Seguridad privatizada
En la universidad conocí a un sujeto superinteresante, matriculado simultáneamente las escuelas de periodismo, derecho y economía, pero no quería ser abogado, periodista o economista.
Estudiaba economía para manejar los aspectos del mercado; derecho, para entender la normativa legal, y periodismo para las relaciones públicas de lo que sería su negocio.
Era alto, de pelo negro lacio, corpulento y sus ojos saltones se ponían líbidos, cuando explicaba sus sueños más íntimos. Con su vocecita de dictador o de mujer sometida, sin testosteronas, entre chillona y aterciopelada, como la de Trujillo, confesaba: “Sueño con tener un ejército de mercenarios”.
Como no sé en qué negocios andará, no revelaré su identidad, pero el sujeto tenía buen olfato para los negocios. Porque gracias a la “Guerra contra el Terrorismo”, la de Irak y Afganistán, Eric Prince, un niñito blanco despreocupadamente millonario, un ex infante de marina de Holland, Michigan, tiene un ejército de mercenarios globales.
Blackwater USA recluta mercenarios en todo el mundo y presta servicios en varios puntos del planeta, ingresando miles de millones de dólares anuales.
Blackwater USA tiene contratos con Arabia Saudita, Bahrein y otros estados árabes donde mantiene la “seguridad”, es decir, apoyar el mantenimiento de las dictaduras.
La muerte de Osama Bin Laden, sindicado como principal responsable de los ataques del 11 de septiembre no ha cambiado en nada el panorama de la seguridad.
NI SADAM NI IRAK ESTABAN RELACIONADOS
BALANCE ACTUAL: Todo dato disponible en torno al costo de las guerras que siguieron la “guerra contra el terrorismo” es tentativo, porque la cuestión no acaba y tiene muchos conflictos conectados. Irak y Saddam Hussein no tenían nada que ver con el 9-11, pero Bush los conectó para justificar su guerra. Ahí los muertos pasan de 100 mil. La cantidad de dinero que toda la “Guerra contra el terrorismo” le sacó a la economía se reflejó al final del gobierno de Bush.
Lo que empezó como efectos de unos clientes morosos, terminó siendo una crisis inmobiliaria que arrastró consigo todo el sistema financiero nacional y mundial.
Las hostilidades cesaron en Irak pero en Afganistán, que Obama definió una vez como una “guerra necesaria”, van creciendo. Bush generalmente reautorizaba el “Acta Patriótica” cada año.
Obama la reautorizó por cuatro años suguiendo que nos queda casi un lustro bregando con la paranoia y otras consecuencias del ataque del 9-11. Y, ciertamente, dentro de los próximos cuatro años cualquier cosa puede pasar para justificar y aumentar el poder y los controles del gobierno sobre la población civil. En nombre de una seguridad que nadie realmente puede garantizar, es mucho lo que nos falta por ver.
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