REPRODUCIDO DE ACENTO.COM.DO
Leonel visitó tres barrios pobres este lunes,prometió, recibió peticiones e insistió que no es parte de la campaña electoral.
“¿A Leonel no le dijeron que to’ esa yipeta no caben en eta cueva?”
"He escuchado de voz de los dirigentes de aquí, quienes me han manifestado que se está trabajando tal cual se prometió y eso me hace sentir inmensamente satisfecho", expresó el presidente Fernández
06 de septiembre del 2011
Enviado por: Carolina Batista/Acento.com.do
La gente parecía incrédula al ver de cerca al Presidente.
César de la Cruz/Acento.com.do
SANTO DOMINGO, República Dominicana.-
“¿A Leonel no le dijeron que to’ esa yipeta no caben en eta’ cueva?”. Esta fue la expresión de un señor de alrededor de 80 años, residente en el barrio Guachupita, de esta capital, al observar la llegada del presidente de la República, Leonel Fernández, a aquel empobrecido barrio, en la caravana de lujosos vehículos que componen su avanzada.
Fernández llegó Guachupita a las 5:45 de la tarde de este lunes 5 de septiembre, y en seguida se adelantó a explicar a la prensa que el recorrido que lleva cabo por varios barrios pobres de la parte norte de la capital es sólo parte de su gestión de Gobierno, “nada que ver con campaña proselitista”.
El presidente de la República se desmontó de su vehículo acompañado por los miembros de seguridad que regularmente le acompañan, visiblemente reforzada por el estigma que pesa sobre los barrios pobres sobre su inseguridad.
Fernández bajó del vehículo e ingresó en uno de los callejones de la barriada. “¡Ni cuando estaba en su campaña el Presidente se metió por aquí!”, se le escuchó exclamar a uno de los vecinos, mientras el gobernante, rodeado de sus guardaespaldas, continuaba adentrándose en el barrio.
A lo largo del callejón se amontonaron los curiosos, con cara de asombro e incredulidad. Por primera vez estaban tan cerca del hombre más poderoso del país y ningún custodio les daba culatazos para alejarlos. Leonel Fernández continuó su camino, giró a la izquierda y entró en otro callejón, para volver a girar a la izquierda hacia otro callejón, itinerario común para quien vive en estos laberintos de miseria y exclusión que crean las injusticias sociales, no para el Presidente, que vive en otra realidad.
Las calles por las transitaba la caravana presidencial se notaban recién asfaltadas. Según afirmaron los moradores, el trabajo se hizo apenas horas antes de la visita del presidente. Como si los funcionarios quisieran demostrar que “resuelven” y evitarse una reprimenda del gobernante
Continuó caminando y parecía que nunca llegaría a su destino. El último giro fue a la derecha, donde penetró en el último callejón, que se notaba que recientemente había sido asfaltado; el consabido “lavado de cara” que reciben los barrios pobres cuando el Presidente de la República se dispone a visitarlos. Por fin, entre vericueto y vericueto, el gobernante tomó el callejón que lo condujo hasta la humilde vivienda de Jesusita Casilla, presidenta de la junta de vecinos de la comunidad, donde permaneció por más de diez minutos.
Por lo estrecho del lugar no fue permitida la entrada a la prensa. Cuando el Presidente se disponía a abandonar la vivienda, todos se dirigieron a la cañada de Benavides, la cual representa uno de los mayores dolores de cabeza para el barrio, por ser una amenaza constante de contaminación, epidemias y desbordamientos en tiempos de lluvias.
Los habitantes se conglomeraron a las orillas de la cañada esperanzados de que su Presidente “viera con sus propios ojos” el peligro que representa ese desagüe para la salud de los lugareños.
Pero hasta allí no llegó el Presidente. Decepcionados corrieron hacia él cuando se percataron de que ya se marchaba del lugar.
A unos pocos kilómetros al norte lo esperaban los habitantes del barrio Gualey, el primer barrio que visitó el 8 de agosto en el comienzo de sus recorridos por la pobreza. Pasadas las seis de la tarde llegó a Gualey y permaneció por menos tiempo que en el barrio anterior.
Allí se reunió con Facundo Reyes, presidente de la junta de vecinos, y quien estaba encargado de rendirle cuentas de los avances que se habían hecho tras la visita que realizara el mandatario cuando celebró el denominado “diálogo popular” y prometió que daría solución a las carencias y necesidades del barrio.
Las calles por las transitaba la caravana presidencial se notaban recién asfaltadas. Según afirmaron los moradores, el trabajo se hizo apenas horas antes de la visita del presidente. Como si los funcionarios quisieran demostrar que “resuelven” y evitarse una reprimenda del gobernante.
Entrada la noche el Presidente se trasladó al barrio Las Cañitas, donde se reunió por unos cinco minutos con Luis Zulis, presidente de la junta de vecinos de esa comunidad, donde de igual manera conoció los avances que se habían hecho en los trabajos prometidos.
La presencia masiva de miembros de la Policía Nacional era notable en cada esquina de los sectores que visitó el mandatario, las calles se encontraban repletas de personas que llenas de algarabía lo ovacionaban, y a gritos expresaban los males más comunes que les aquejan.
En las azoteas se observaban a más personas dando seguimiento a la visita del presidente, así como también unos que otros miembros de la seguridad presidencial que, con escopeta en mano, vigilaban constantemente a cada paso del mandatario.
El paso de Fernández por las calles de los populosos sectores parecía un recorrido de algún candidato en plena campaña electoral o cualquier mitin político, a pesar de que se insistió en que se trataba de una deuda de su Gobierno con la comunidad.
"He escuchado de voz de los dirigentes de aquí, quienes me han manifestado que se está trabajando tal cual se prometió y eso me hace sentir inmensamente satisfecho", dijo Fernández al salir de la residencia de Zulis en Las Cañita.
Con los cristales de su vehículo presidencial abajo, saludando a la gente, y en compañía de una caravana integrada por varios funcionarios y encargados de seguridad, y otros tantos agentes policiales, el Presidente se dirigió al último punto de su recorrido donde llegó pasadas las siete de la noche.
Fernández realizó el mismo procedimiento que en los barrios anteriores pero esta vez en la casa de Winston Paulino, en la calle Canoabo número 17 del barrio Simón Bolívar, donde estuvo hasta las 7:30 de la noche.
Igual que en los demás sectores, el Presidente saludó a las personas que se encontraban en los alrededores de la casa de Paulino y recibió un sinnúmero de sobres, carpetas, papeles, todos llenos de peticiones y necesidades de los moradores. Otros, medio en bromo medio en serio, gritaban: “¡No le den ná!” “¡Eso él ni lo va a leer!”.
Tras la salida del mandatario de su recorrido por la pobreza, sólo quedaron opiniones encontradas entre quienes confían en que Fernández cumplirá las promesas, por tratarse de su último año de Gobierno, y los que afirman que todo aquel montaje se trató de “un bulto” para que la población crea que es un hombre de palabra.
Para Margarita Suazo, residente en el Simón Bolívar, las posibilidades de que alguien resuelva los problemas que los afecta como comunidad se alejaron al unísono con la vistosa caravana presidencial; las esperanzas se apagan tal cual se van haciendo imperceptibles las luces de los vehículos que se pierden en la distancia al marcharse la comitiva presidencial con todo su despliegue de guardias y policías, y con ellos el montón de promesas y sonrisas ensayadas.
A las 7:45 de la noche, apenas quedaba algún rastro de la poderosa caravana, que dejaba atrás las esperanzas y sueños de quienes seguirán en la exclusión y la miseria, a la espera paciente de que algún día se les tome en cuenta más allá del día de las votaciones.
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