La saga/fuga de Sobeida añade una dosis más, no de desconcierto sino de miedo, a una sociedad que observa atónita cómo las siempre eficientes -cuando interesa- fuerzas de investigación pierden el rastro de una señora a la que se despachó a su casa.
Si Sobeida se esfumó... ¡imaginen lo difícil que va a ser desarticular un cartel! Es impensable creer que nadie se dio cuenta de que la bella Sobeida saliera de su casa (imaginemos) un buen día hacia el salón para aparecer (o no) en el extranjero. Todos los ingredientes de esta epopeya tienen más de telenovela mala que del relato épico de la lucha de buenos contra malos que los discursos públicos nos dibujan. Los "no pasarán", "venceremos" etc... empiezan a molestar, a rechinar en el oído, más que a generar esperanza en el éxito de la lucha nacional contra la droga.
Hay miedo en la calle. Y de nuevo, dan tanto miedo los que nos cuidan como los ladrones. Si a la situación de desconfianza se le añaden los métodos de los carteles de drogas, la palabra "miedo" no es exagerada.
Este era un país tranquilo, ya no tanto. Seguro para el turista, ya no tanto. Se podía caminar a cualquier hora de la noche, ya no. La delincuencia no pasaba de la intensidad del ratero. Hace mucho que ya no.¿La situación es grave? Sí, porque el escepticismo en la sociedad es tan grande que si El Gringo dice que tiene videos de generales que van a pedirle dinero... todos le creemos.
¿Cómo se gana así la guerra contra las drogas?
Imàgen: Fuente externa.
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