La interacción entre internautas y medios es cada vez 
más intensa.
MIGUEL MÁIQUEZ. 25.11.2012 - 17.14h
Un usuario de 
Twitter 
se hace pasar por el diario 
El País y publica en su cuenta, para quien 
quiera leerle (empezando por sus más de 11.800 seguidores), que "
la 
Casa Real ha confirmado el 
ingreso del Rey Juan Carlos" y que el estado del monarca es de "extrema 
gravedad". No es verdad. Se trata, según para 
quién, de una grave 
falsificación, de una simple
 
broma o incluso de una prueba de la 
decadencia de un 
periodismo donde "ya nadie confirma nada". Técnicamente, es un 
bulo. En cualquier 
caso, el mensaje crece como la espuma y la etiqueta 
#DepMajestad se convierte en una de las más utilizadas y 
seguidas del día en España. Muchos se lo han creído (el 
tuitero ha 
utilizado el logo del periódico en su perfil), otros solo 
quieren seguir la guasa o responden 
indignados, algunos aprovechan para confundir 
el deseo con la realidad y no falta quien lo interpreta como 
un 
ataque al periódico, por haber 
despedido 
recientemente a 129 trabajadores de su plantilla. 
El País no se lo toma 
a risa: Además de publicar 
un duro artículo contra el tuitero responsable (
Facu Díaz), amenaza con 
llevarle ante los 
tribunales. 
 
El boca a 
boca ha existido siempre, pero nunca había sido tan rápido ni 
tan 
frecuenteOtro 
tuitero, que, además, es bloguero y periodista, 
lanza 
una campaña en Internet contra un
 programa de 
televisión, escandalizado porque los responsables del espacio 
hayan
 pagado a la madre de un criminal condenado para que 
aparezca ante la audiencia. El 
efecto multiplicador es tan 
grande (y tan rápido) que, en apenas unos meses, y después de cientos de miles 
de mensajes, firmas y cartas, las empresas que se anunciaban en el programa 
empiezan a
 retirar su publicidad, hasta que el espacio tiene 
que ser 
suspendido. Tampoco en esta ocasión se queda la cosa 
ahí. La cadena (Telecinco) responsable del programa 
(La Noria) se 
querella contra el 
tuitero (
Pablo Herreros), a quien responsabiliza de haberle hecho 
perder
 3,7 millones de euros.
 
 
El denominador común en 
estos dos casos, y en muchos otros, es el 
poder de las redes 
sociales, un poder que, sea cual sea su alcance real, ha empezado a 
interactuar directamente no solo con el poder político (desde 
el 
15-M 
hasta las revoluciones en el mundo árabe), sino también con los grandes medios 
tradicionales de comunicación. Y el problema es que, de momento, y salvo 
excepciones, no se trata de un diálogo fluido, sino de una
 tensa 
relación de amor-odio entre un modelo que se agota y otro que se 
impone; entre una 
forma unidireccional de hacer periodismo, con 
sus virtudes y sus defectos, y una 
forma multidireccional de 
comunicar las cosas, con sus virtudes y sus defectos; entre un señor mayor del 
que hay mucho que aprender, pero oxidado, y un adolescente lleno de riesgos, 
pero también de futuro.
 
Debate abierto
Es posible que, de 
momento, se trate de un 
debate de barra de bar, por muy grande 
que este bar sea, y por mucho más grande que vaya siendo cada día. Muchos 
usuarios habituales de las redes sociales, periodistas incluidos, tienden 
a
 proyectar al conjunto de toda la sociedad la magnitud de los 
temas que tratan, de un modo que no siempre responde a la realidad. En España, 
con datos del pasado mes de junio, hay casi 
cinco 
millones y medio de usuarios de Twitter, y el número de internautas 
españoles que acceden mensualmente a 
Facebook 
se acerca a los
 18 millones. Parece mucho, y lo es, sobre todo 
si se tiene en cuenta el crecimiento
 (un 162% con respecto al 
año pasado, en el caso de Twitter), pero conviene no olvidar que, pese a que 
sube de forma imparable, la penetración de Internet en España 
no alcanza 
aún a la mitad de la población. Tal vez haya que poner 
en 
cuarentena, por tanto, el "no se habla de otra cosa" con que suelen 
interpretarse, por ejemplo, las tendencias principales 
(trending 
topics) de Twitter, sobre todo si incluimos en la ecuación la importante 
brecha generacional.  
La novedad (cada vez 
menos nueva, por otra parte), es que ahora lo que se habla en el bar acaba 
ocupando páginas de periódicos y derribando programas de televisión; que la 
onda expansiva de un mensaje, tanto si es cierto como si no, se 
ha multiplicado por mil, y que los medios de comunicación se hallan ante un 
panorama nuevo, al que están obligados a dar respuesta si 
quieren seguir vivos. El boca a boca ha existido siempre, pero nunca había sido 
tan rápido ni tan frecuente.
 
¿Tenemos 
los ciudadanos más poder con las redes sociales, o somos más 
manipulables?Y lo fascinante, en todo caso, es que se trata de un debate 
que, como todos los debates recién nacidos, está repleto de preguntas: ¿Tenemos 
los ciudadanos más poder con las redes sociales, o somos 
más manipulables? ¿Dónde está el límite de una 
broma? ¿Son simplemente bromas o se trata de algo más serio? 
¿Son desmedidas las reacciones de algunos medios contra, al fin 
y al cabo, meros individuos, cuyas iniciativas se expanden como 
la pólvora gracias a la escalabilidad de la repercusión de 
cualquier cosa en las redes sociales? ¿Entienden los medios de comunicación esta 
nueva realidad? ¿Cómo asimilan algunos de los conceptos 
inherentes a las redes, como el humor, o el efecto fogonazo?: 
Muchos temas logran una audiencia espectacular en apenas unos días, pero se 
olvidan igual de rápidamente, como en el caso de los vídeos virales, ¿cómo 
valorar su trascendencia? ¿Estamos ante la puntilla a 
la menguante credibilidad de los medios tradicionales a los 
ojos de cada vez más lectores? ¿Son las redes la oportunidad para el surgimiento 
de un periodismo más independiente y más libre, o una simple 
jaula de grillos? ¿Hay una fractura cada vez 
mayor entre la ciudadanía (internauta, sobre todo) y los medios? La 'bondad' o 
'maldad' de Internet depende, obviamente y como todo, de la forma en que 
se use. ¿Cómo estamos usando la Red en estos casos?
Probablemente hay tantas 
respuestas como usuarios de las propias redes sociales. Ahora, al menos, todos 
ellos pueden expresarlas en una plataforma pública.
Aceleración y 
jerarquía
Jorge 
Galindo, sociólogo y profesor en el Instituto de Formación Continua de 
la Universidad de Barcelona, 
señala en la web Politikon que "Twitter no es ni bueno, ni 
malo. [...]. Tiene un efecto de 
ultra-aceleración de las 
noticias 
sin confirmación posible de fuentes en origen que 
facilita, por un lado, que eventos reales se difundan en un santiamén desde 
múltiples puntos. Pero también, por otro, es 
tremendamente
 fácil de manipular. Como informarse es un acto 
bastante costoso para los individuos y Twitter sirve 
información 
inmediata en bandeja y no contrastable con una difusión a través de 
redes de confianza ya establecidas, y permite difundir a un
 coste muy 
bajo (con un solo click se hace 
retweet), en menos de una hora 
una
 noticia falsa cruza fronteras".
 
Acudimos 
a los medios tradicionales 
a confirmar 
o 
desmentir 
la veracidad 
de una noticiaGalindo añade, no obstante, 
que cuando se trata de una noticia específica y no de una reflexión o 
interpretación más general, las falsedades duran poco: 
"Curiosamente, acudimos a los medios tradicionales a confirmar o desmentir su 
veracidad [...]. Y si no hay nada en ninguno de ellos, damos por sentado que es 
un bulo. En otras palabras, sigue existiendo una jerarquía de 
fuentes".
Lo que está claro es que 
algunos de los 
afectados por estas 'bromas' no están dispuestos 
a que los autores queden impunes: En el Reino Unido, Lord 
Alistair 
McAlpine, antiguo tesorero del Partido Conservador británico y asesor 
de la entonces primera ministra 
Margaret 
Thatcher, ha iniciado una campaña para 
exigir 
compensaciones a miles de usuarios de Twitter que difundieron
 el 
rumor de que el político había abusado de un joven en los años setenta. 
El rumor resultó ser
 falso, pero el daño ya estaba hecho.
 
Este es un repaso a 
varios casos recientes de encontronazo entre redes y medios, 
una historia de rumores convertidos en noticias, de bromas que acaban en 
demandas, de campañas que han llegado donde nunca habrían podido llegar hace 
solo unos años, y de escándalos periódisticos que ya no pasan 
desaparcibidos:
Golpe de Estado en 
Portugal, y el Rey, muy grave
A principios del pasado 
mes de abril, al menos dos usuarios, conocidos como 
Mikel Nhao y 
Facu Díaz, lanzaron en Twitter el 
bulo de que se había producido un 
golpe de Estado en Portugal. 
La 'historia' estaba apoyada por 
fotomontajes 
con 
logos de conocidos medios de comunicación, e incluía la 
etiqueta 
#prayforPortugal (reza por Portugal). La falsa noticia 
se difundió rápidamente. Los autores lo justificaron como un 
ataque a la credibilidad de los medios ("Lo bueno de Twitter es 
que ahora nosotros también nos podemos inventar noticias como hace la prensa", 
dijo Mikel Nhao), y también como una forma de
 llamar 
la atención ("Ahora que ya tengo vuestra atención. Hace un par de días 
se recortaron 27.300 millones de euros de los PGE. ¿Eso no es un Golpe de 
Estado?", 
dijo Facu 
Díaz). Ambos se enzarzaron posteriormente en 
una 
discusión sobre la autoría del bulo, insultos incluidos. Pese a lo que se 
llegó a afirmar, la agencia Associated Press no informó del bulo 
ni le 
dio cobertura alguna. El diario 
El País (el otro medio 
suplantado), explicó que 
"habían sido víctimas de un bulo en Twitter".
 
 
Muchos medios de comunicación quedan en evidencia publicando las 
noticias extraídas directamente de esta red social sin contrastar nadaEl 
mismo Facu Díaz ha protagonizado hace tan solo unos días otro de los casos más 
seguidos y comentados por la comunidad española en Twitter, al ser el origen de 
un nuevo bulo, el mencionado mensaje en que se 'informaba' de que la Casa Real 
había "confirmado 
"el ingreso del Rey Juan 
Carlos" (se supone que en un hospital), y que el estado del monarca es 
de "extrema gravedad". Para ello, el usuario difundió la noticia usando 
el 
logo copiado de la cuenta oficial de 
El País, y 
afirmado después que el diario "había borrado" su información. 
Más tarde escribió otros tuits como "El miércoles le 
iban a operar, y el Rey Juan Carlos sufre hoy una grave crisis pulmonar". Una 
vez más, el rumor -o la broma- se propagó (a través de la 
etiqueta #DEPMajestad) y, una vez más, el autor justificó el 
bulo indicando que "en Twitter el cachondeo está a la orden del 
día", y que "muchos medios de comunicación 
quedan en evidencia 
publicando las noticias extraídas directamente de esta red social 
sin 
contrastar absolutamente nada, hecho que, por desgracia, no resulta 
novedoso".
 
 
Facu Díaz se defendía así 
ante la reacción de 
El País, que, además de 
amenazar con los tribunales, 
le dedicó un 
artículo en su sección editorial bajo el título de "
Una falsificación muy grave": "¿De verdad es todo tan fácil? 
¿Es posible que cualquier ciudadano tenga la posibilidad de 
robar la 
identidad de 
The New York Times, o de 
Le Monde, o de 
El País, y pueda enviar una 
noticia falsa a todo el 
mundo? Y a la vez, ¿es posible que miles o cientos de miles, o millones de 
usuarios de Twitter 
se crean todo lo que aparece bajo esas 
firmas, y que ni siquiera tengan el impulso de ir a 
comprobarlo 
en la web de esos medios?", indicaba el diario. "No fue una simple gamberrada. 
Es un 
engaño intolerable que afecta a la credibilidad del medio 
y a los ciudadanos, expuestos a bulos sin control", concluía.
 
Las vueltas que dio (y 
sigue dando) 'La Noria'
El caso del periodista y 
bloguero 
Pablo 
Herreros y su cruzada contra el programa
 La Noria, de Telecinco, ha 
acabado también en un 
enfrentamiento con la cadena, aunque por 
motivos muy diferentes. En octubre del año pasado, Herreros inició 
una 
campaña en Twitter para que las empresas que se anunciaban en el mencionado 
espacio, conducido por 
Jordi 
González, 
retirasen su publicidad del mismo. Herreros 
protestaba así por el hecho de que la cadena hubiese 
pagado por 
aparecer en el programa a la madre de Francisco Javier G. M., conocido como 
'El Cuco' y condenado por encubrir el crimen de 
Marta 
del Castillo. La campaña tuvo un 
gran 
eco en las redes sociales y las empresas acabaron 
retirando 
su publicidad, obligando a Telecinco a 
sustituir 
La Noria por 
El gran debate, un 
programa 
similar. Un año después, Mediaset (la productora) 
ha demandado a Herreros por los presuntos 
daños 
económicos causados con aquella campaña. Le pide una indemnización 
de
 3,7 millones de euros y le acusa de delitos que pueden 
suponer hasta 
tres años de cárcel. La denuncia ha provocado las 
protestas de 
miles de internautas, que han firmado una petición en 
Change.org para que los anunciantes retiren su publicidad de 
Telecinco. De momento, el próximo 4 de diciembre el bloguero deberá testificar 
como imputado por "amenazas y coacciones" a las marcas que se anunciaban en el 
espacio presentado por Jordi González.
 
Tres escándalos 
televisivos
¿Es 
posible que miles o cientos de miles, o millones de usuarios de Twitter se crean 
todo lo que aparece bajo 
esas firmas?Es probable que la famosa 
entrevista 
de 
Sara Carbonero 
a 
Andrés Iniesta, 
en la que, en la pasada Eurocopa de junio, la periodista preguntó al 
internacional español si le hubiese gustado 
lanzar un penalti 
que el jugador había lanzado, se hubiera quedado en una 
anécdota rápidamente olvidada de no ser por los miles de 
mensajes, parodias, vídeos, chistes y reacciones de todo tipo 
que suscitó en las redes sociales. Más recientemente, otros tres casos, 
protagonizados por otos tantos periodistas y presentadores de televisión, han 
encendido también las redes, aunque por motivos más serios.
 
 
Mai 
Balaguer tuvo que 
dimitir como directora del programa 
Bestiari il·lustrat, de la cadena catalana Canal 33-TV3, después de que 
el pasado 9 de octubre se emitiese en este espacio un capítulo protagonizado por 
el escritor
 Jair Domínguez, en el que éste 
disparaba contra unas dianas que representaban al Rey, al 
expresidente del Palau de la Música, Fèlix Millet, y al periodista Salvador 
Sostres. La polémica creció por su 
gran eco en las redes sociales, donde continuó durante varios 
días. La televisión catalana 
retiró las imágenes de todos sus 
portales web y garantizó que no volverían a ser emitidas.
 
 
Por otra parte, 
Telemadrid 
emitió el pasado 14 de noviembre una crónica del periodista 
Hermann 
Tertsch sobre la 
huelga 
general. Pronto trascendió que, pese a que en ella valoraba y analizaba los 
efectos y el alcance del paro, Tertsch 
había 
grabado el comentario 
el día anterior. Las críticas por 
falta de profesionalidad llovieron en las redes sociales, un medio que también 
utilizó el propio Tertsch para 
defenderse, a través de 
su cuenta de 
Twitter: "He grabado cuando el sindicalismo totalitario nos ha dejado. Y verá lo 
adecuado del comentario. Querían que callara. Pues no", escribió.
 
 
El tercer caso lo 
protagonizó 
Mariló Monteró, conductora de 
La Mañana, 
de La 1 (TVE), al afirmar en el programa del pasado 23 de octubre que 
tenía dudas 
acerca de los
 trasplantes de órganos de personas que 
hubieran
 matado a gente: "¿Alguien querría recibir el pulmón, 
el hígado, el corazón, de otro que ha quitado vidas? ¿Pasa algo por llevar el 
órgano dentro de ti de alguien que ha matado a otros? [...]. ¿Qué quieren que 
les diga? Yo no puedo negarles que he sentido tranquilidad al saber que los 
órganos de este hombre no van a dar vida a nadie, sinceramente. Yo no querría 
esos órganos. No está científicamente comprobado, pero nunca se sabe 
si 
ese alma está trasplantada también en ese órgano", dijo Montero. El 
aluvión de críticas en Twitter, y su consiguiente reflejo en 
los medios de comunicación, hizo que la presentadora tuviera que pedir 
disculpas, afirmado que lo hacía tras 
"la 
reacción que se ha producido en Internet".
 
Muertos muy vivos
Entre el grupo de 
noticias falsas gozan de una especial popularidad las referidas a 
supuestas muertes de personajes relevantes. Los ejemplos son 
incontables, y la mayoría de ellos no pasan de unos pocos 
tuits cuyo 
alcance es irrelevante. Pero otras veces, sin embargo, el bulo logra 
traspasar la barrera teóricamente impuesta por la necsidad de 
contrastar las noticias, y se convierte en el tema más seguido en Twitter. Así 
ocurrió con los supuestos fallecimientos de 
Gabriel García 
Márquez (propagado por un falso "Umberto Eco", y que tuvo que ser 
desmentido por la familia del escritor), del actor
 Jackie Chan 
("Jackie Chan muere de un ataque al corazón", publicó el portal australiano 
Yahoo!7news, desatando las reacciones en Twitter), o, uno de los más 
recurrentes, de 
Fidel 
Castro (de cuyo fallecimieto se ha 'informado' en Twitter suplantando las 
cuentas oficiales del ministro de Economía, Luis de Guindos; el primer ministro 
italiano, Mario Monti; o el comisario europeo de Economía y Finanzas, Olli 
Rehn).