Escrito Por: Ana Mitila Lora // August 7, 2012 //7 Comentarios
A juzgar por la tradición política dominicana, Margarita Cedeño de Fernández, una de las protagonistas de estos últimos ocho años, tendrá el desafío de aprender a permanecer en segundo plano. El ex presidente brasileño Luis Ignacio Lula Da Silva habría convencido al presidente electo Danilo Medina sobre la eficacia de crear un Ministerio de Desarrollo Social para desde allí coordinar la política social del Gobierno. Medina todavía no dice si esa responsabilidad recaerá sobre la vicepresidenta electa. En Brasil, ese ministerio está en manos de técnicos, no de políticos.
Ocho años ininterrumpidos de exposición pública y más de cuatro mil millones de pesos del presupuesto nacional invertidos en novedosos programas sociales y asistenciales catapultaron a la Vicepresidencia de la República, y a un puesto con voz y voto dentro del Comité Político el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), a una desconocida en agosto de 2004 con apenas militancia dentro de la organización oficialista.
Por segunda vez en la historia dominicana, una mujer jurará este 16 de agosto como vicepresidenta. A diferencia de Milagros Ortiz Bosch, primera en ocupar ese cargo (2000-2004), tras una inquebrantable militancia política de décadas, Margarita Cedeño de Fernández empezó a escalar peldaños por medio de un matrimonio que la convirtió en Primera Dama poco tiempo después de comparecer ante un oficial del Registro Civil.
El entonces candidato Danilo Medina la habría escogido porque le sumaba votos, y su condición de esposa del presidente Leonel Fernández estimulaba a que el gobierno cerrara filas con “Danilo y Margarita”. Ella se refirió a este fenómeno en su discurso del 25 de abril de 2011, cuando declinó la precandidatura presidencial: “En todas las mediciones que se han hecho durante los últimos años, mi nombre siempre ha aparecido al lado y a veces por encima de grandes y respetables figuras del país, incluyendo los seudo generales de la política”.
Para algunos observadores constituye una incógnita saber si después de su juramentación Medina asignará funciones adicionales a la nueva vicepresidenta. Estiman que, en caso de que se le encomienden tareas específicas, el estilo de ejercerlas señalaría por dónde soplarían algunos vientos políticos en los próximos cuatro años. Las expectativas estarían basadas, primero, en su protagonismo al frente del DPD; segundo, porque llega a esa posición con una gran cuota de poder; tercero, porque al mismo tiempo que se convertirá en vicepresidenta, pasa a ser la esposa de un ex presidente a quien se le atribuye un proyecto político para retornar al poder en el año 2016, como anuncian algunas vallas.
El papel de la vicepresidencia en un país como República Dominicana mueve a reflexiones. La Constitución de 2010, como las anteriores, mantiene ese cargo en la indefinición. Cuando se refiere a las “atribuciones” del Poder Ejecutivo, identifica 24 para la Presidencia, pero ninguna para la segunda posición. El artículo 125 titulado “Vicepresidente de la República” no le asigna función.
Una pista sobre el rol de las vicepresidencias en la historia dominicana podría darla la decisión del gobierno de Ramón Cáceres (1906-1911), de desaparecer esa figura. “Se eliminó la Vicepresidencia por considerarse que su existencia era un factor que contribuía a la inestabilidad política a causa de las conspiraciones de los amigos y partidarios de los vicepresidentes”, explica Frank Moya Pons en su manual de historia.
“Entre el amor y el poder”. Las relaciones entre los presidentes y vicepresidentes dependen de cómo y por qué fueron escogidos para la posición. En ese sentido, Ortiz Bosch observa que en la mayoría de los países son los candidatos presidenciales quienes escogen a su compañero (a) de boleta. “En el último tramo de su mandato, José Luis Rodríguez Zapatero hasta cambió de vicepresidenta”.Ortiz Bosch rememora algunas de sus experiencias en la placidez de su biblioteca. Vislumbra potenciales tensiones entre los nuevos inquilinos del Palacio Nacional, aunque admite que ella también vivió lo suyo en sus relaciones con el entonces presidente Hipólito Mejía.
“La nueva vicepresidenta tiene una carga especial. Yo no tenía marido… Ella tiene un esposo con vocación de poder, que va a estar atento a en qué lo perjudica o en qué le beneficia lo que haga o no haga el nuevo Presidente (Medina), para él (Fernández) volver al poder en el año 2016. Ella se encuentra entre el amor y el poder; entre el matrimonio y la acción política, unas circunstancias que no confronté. Venía de ser la dueña de mi vida; de ser la poseedora de mis propias fuerzas, las que acumulé para llegar ahí durante largos años, sin cargos, ni compromisos clientelistas”, enfatiza.
Rememora algunas de sus contribuciones, logradas con apoyo de diversas fuerzas, mientras fue senadora (1994-2000): la ley general de Educación; la ley 5597 que reconoce a la mujer como sujeto de derechos para la reforma agraria; la ley Electoral que determina una cuota de participación política femenina; la ley que creó la Secretaría de la Mujer; la ley 24-97 sobre violencia intrafamiliar, su rol en el Consejo Nacional de la Magistratura y en la renovación de la judicatura.
También narra sus vaivenes: “Le dije a Hipólito Mejía que no iba a la Vicepresidencia a cortar cintas (de inauguraciones). No podía aceptar ser una figura decorativa; por las mujeres de mi país, requería de un área de acción concreta”.
“Acordamos lo de la vicepresidencia antes de la convención. No tenía más votos que Hipólito, pero en ese instante, era el complemento ideal para su candidatura. Le aportaba los votos que le hacían falta”, recuerda. “No le pedí un cargo específico. No es mi estilo. A un jefe de Estado hay que dejarlo que establezca sus prioridades, pero durante el período de transición, en una reunión con el representante del PNUD conversábamos sobre la importancia del sector educativo y, en ese instante, él me presentó como su secretaria de Educación”.
Observa que sus relaciones con Mejía tuvieron altas y bajas, pero que en asuntos importantes contó con su apoyo. Como ejemplos, cita, dar cabida a todos los niños y niñas en las escuelas, aunque no tuvieran actas de nacimiento; y la introducción de la educación sexual en las aulas. “Pero cometí la imprudencia de aspirar a la Presidencia”, acota.
“Mejía alentaba mi candidatura, hasta que días después anunció su repostulación. Me presenté en su despacho y le pregunté a qué se debía ese cambio”, dice. “Tuve otras diferencias con él. Por ejemplo, estuve en desacuerdo con la celebración de los Juegos Panamericanos. Entendía que había que invertir esos recursos en la seguridad social”.
A la pregunta de si es difícil ser vicepresidenta, responde: “Quizás, ahora, no sea tan difícil. Alguien abrió los caminos. Después de pasar por la experiencia, estoy en capacidad de entender por qué Bosch no aceptó a Buenaventura Sánchez como su vicepresidente en 1962, y en su lugar, prefirió a Segundo Armando González Tamayo. La garantía de la vida de un Presidente y la estabilidad de su gobierno dependen de la fidelidad y la ideología de su vicepresidente”.
“Un Ejecutivo bicéfalo es peligroso”. Para Jaime David Fernández Mirabal (1996-2000), la vicepresidencia evita caer en un limbo jurídico si algo le sucediera al Presidente. “Es como un seguro de vida, nadie duda de su importancia, pero sólo se activa en caso de enfermedad o muerte del Presidente”. El ejemplo más evidente fue la muerte trágica, en julio de 1982, del presidente Antonio Guzmán, quien fue sustituido por Jacobo Majluta.
“No es que después del Presidente la persona con más poder es el vicepresidente. Eso no es así. El Vicepresidente es sólo una garantía para la estabilidad de las instituciones”, enfatiza. Fernández Mirabal difiere de Ortiz Bosch. “El vicepresidente no debe tener funciones. Ser ministra de Educación o de Salud degrada al vicepresidente. Un cargo lo convierte en un subalterno del Presidente. Cuando lo quita por decreto, lo degrada”, opina.
“La vicepresidencia es para colaborar con el Presidente en todo lo que él o ella pueda necesitar; para representarlo, pero sin ejercer funciones particulares. Representé al Presidente en las negociaciones con el Caricom, para el tratado de Libre Comercio con Centroamérica, en el Sistema de Integración Centroamericana (SICA). El canciller Eduardo Latorre (ya fallecido) era el responsable y nosotros, como representante del Presidente, le dimos seguimiento”, explica.
Fernández Mirabal recuerda el caso de Carlos Morales Troncoso (1986-1994), quien fue nombrado por el presidente Joaquín Balaguer al frente del Consejo Estatal del Azúcar (CEA), y luego destituido. “Fue degradado cuando se le destituyó por decreto; luego lo enviaron como embajador en Washington. Un vicepresidente no debe tener funciones porque corre algunos riesgos”, reitera.
Empero, a Fernández Mirabal se le asocia al Plan Nacional Quisqueya Verde. “Estaba en nuestro programa de gobierno. Fue una idea elaborada por Paíno Abreu, Quilvio Cabrera y Mariano Germán. En 1997, presionamos para que se cumpliera esa parte, y entonces el presidente Fernández emitió un decreto creando el Plan, con un consejo de administración que él mismo presidía, y la dirección ejecutiva fue puesta en manos de Manuel Serrano. Nosotros sólo representábamos al Presidente en Quisqueya Verde, pero sin facultades de nombrar personal, ni manejar recursos”.
Distendido, en el Parque Mirador del Sur de la capital, Fernández Mirabal, se explaya. “Los cuatro años de mi vicepresidencia fueron muy difíciles. Estoy orgulloso del papel desempeñado, pero estar sentado en un banco, esperando que te manden, fue difícil para alguien tan proactivo”, admite.
Fernández Mirabal, al igual que Ortiz Bosch, aspiró sin éxito a la candidatura presidencial de su partido. En ambos casos los contrincantes que los desplazaron tenían bajo su control y a su favor los recursos del Estados. “No tenía aspiraciones de convertirme en Presidente. El problema no es que uno aspire, sino que te aspiren. Pensaba que un vicepresidente ansiando el poder presidencial era un riesgo, pero un año antes de las elecciones, el presidente Fernández me llamó y me dijo: ‘Parece que usted y Danilo (Medina) van a ser los candidatos’. Realmente, fue él quien me empujó a esa contienda”, revela.
Varios empleados del Ministerio de Medio Ambiente le saludan. Él conoce a algunos por sus nombres. Retoma la conversación, rememora sus actividades políticas como senador en Salcedo, ahora provincia Hermanas Mirabal, y reflexiona: “En la vicepresidencia tuve que reducir todas esas actividades. Pasé de ser una estrella en un equipo Triple A, al banco, en un equipo de Grandes Ligas”.
Advierte algunos peligros para los segundos mandantes. “Un Poder Ejecutivo que parezca bicéfalo no es bueno, es peligroso. Un Presidente que tiene a un vicepresidente que desea mucho poder, también es peligroso, porque ahí viene el instinto natural de desear cada vez más poder y podría parecer que mientras más acumula, le está quitando poder al Presidente”, considera.
Al contrario de Fernández Mirabal, el vicepresidente saliente, Rafael Alburquerque (2004-2012), coordinador del Gabinete Social y del programa Solidaridad, califica como una experiencia positiva haber ocupado esas funciones. “Me dio una gran visión de lo que es el Estado”, declaró durante una visita al periódico Hoy.
Alburquerque planteó algunas recomendaciones para llevarse bien con el Presidente: “Se necesita ser prudente, saber hasta dónde llega su derecho y respetando el ámbito del mandatario y la confianza que pueda tener el Presidente a su Vice”.
El presidente Fernández lo nombró mediante decreto 1082, del 3 de septiembre de 2004, en la coordinación del Gabinete de Políticas Sociales. Su equivalente, todavía incipiente, había sido manejado en el gobierno anterior por Peggy Cabral viuda de Peña.
Más adelante, mediante el decreto 536-05, del 26 de septiembre de 2005, Fernández creó el programa Solidaridad como un instrumento para ejecutar la estrategia de combate contra la pobreza dentro de la red de protección social y como parte del Gabinete de Coordinación de Políticas Públicas, también bajo la responsabilidad de Alburquerque y su equipo.
Sin funciones. Cuando se observa la lista de los vicepresidentes que han ocupado funciones adicionales a su cargo, resalta que en la mayoría de los casos éstos tenían su propia agenda política. Podrían clasificarse entre los que aspiran a ocupar algún día la silla presidencial (por lo general éstos se muestran interesados en desempeñar cargos administrativos); los despojados de toda ambición y los que acarician una oportunidad y, por tanto, están a la espera.
En el segundo caso podrían identificarse a Segundo Armando Tamayo (1963), y a Carlos Rafael Goico Morales (1970-1978). Ambos tuvieron en común la mansedumbre y la fidelidad. No osaron disputarle ni un milímetro de poder al Presidente. Lo mismo podría decirse, quizás, de Manuel Fernández Mármol (1982-1983), vicepresidente de Salvador Jorge Blanco, quien murió pocos meses después de ocupar el cargo.
Entre los vicepresidentes con sus propios proyectos políticos, pero sin funciones dentro del Estado figuran Francisco Augusto Lora (1966-1970) y Jacinto Peynado (1994-1996). Éste último coordinó los acuerdos firmados en cumbres como la de Río de Janeiro.
El caso de Lora fue emblemático. En las elecciones de 1966, Balaguer lo llevó como compañero de boleta, después de haber colaborado en el proceso de formación del Partido Reformista (PR). Ambos habrían hecho un pacto en el que Balaguer le cedería la candidatura presidencial. En vista de que el gobernante no daba señales de cumplir, en 1969, el Frente Nacional Reformista anunció a Lora como candidato del PR en las elecciones de 1970.
A principios de ese año, Lora anunció su separación del Partido Reformista y la formación del “Movimiento de Integración Democrática Antirreeleccionista” (MIDA). El país contempló la lucha por el poder entre el Presidente y su vicepresidente. Ambos tomaron licencia de sus cargos un mes antes de las elecciones y tras la derrota, Lora no volvió al Palacio Nacional.
Balaguer aprendió la lección. El criterio para elegir a su próximo compañero de boleta fue la sumisión incondicional. La vicepresidencia recayó sobre Goico Morales, cuyo desempeño estuvo limitado a actos sociales. El vicepresidente pasó la prueba y Balaguer lo escogió nuevamente para el período 1974-1978. Después de un fallido intento de llevar como compañero a Fernando Álvarez Bogaert, el caudillo reformista volvió a escoger a Goico Morales para las elecciones de 1978.
Como se observa, la historia dominicana sugiere que los políticos requieren de cierta arte para ejercer la vicepresidencia, una materia de la que, sin duda, Cedeño de Fernández aprenderá a partir de los próximos días.
Del Despacho, ¿qué le dejarán a Candy?
El Despacho de la Primera Dama y la permanente propaganda a su alrededor sirvieron de plataforma política a la vicepresidenta electa. Empero, existen dudas de que el actual esquema permanezca, bajo la presidencia de Danilo Medina.
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) llegó a recomendar su eliminación y articulistas como Inés Aizpún, lo definían como una “anomalía democrática”, que “funciona bajo un esquema que permite manejar miles de millones de pesos bajo la foto de la Primera Dama”.
Como nunca segundas partes fueron buenas, se cree que el presidente electo no permitirá tales desbordamientos a su esposa, la psicóloga clínica Cándida (Candy) Montilla de Medina, quien desde el 2004 fungió como directora-fundadora del Programa de Desarrollo Humano e Integración Familiar, del Banco Central, que ofrece asistencia de salud mental y superación personal a familiares y empleados. A menos que la señora Medina, creadora del Movimiento de Mujeres Creciendo con Danilo, que agrupa a cientos de militantes y simpatizantes, sucumba a la tentación de gratificarlas con empleos del DPD.
Al DPD, sin embargo, se le reconocen grandes iniciativas. Hasta 2011, había entregado 308 obras terminadas; construido 56 viviendas y reparado 172; remodelado y reequipado salas de hospitales; edificado escuelas y estancias infantiles; construido y equipado más de 73 centros tecnológicos ; inaugurado 26 centros de capacitación y producción del programa Progresando, y beneficiado a más de 130 mil familias.
Los programas del DPD se nutren de recursos públicos ‒en 2011 tuvo un presupuesto de RD$660,280,510‒ y de recursos extra presupuestarios. Diversas instituciones merman sus presupuestos para donar recursos al Despacho. Empresarios, grupos económicos e instituciones del sector financiero, también aportan recursos. Otras instancias nacionales y extranjeras también contribuyen. Obtiene recursos adicionales mediante la organización de espectáculos, eventos y cenas, algunos con artistas de fama mundial.
El Ministerio de Desarrollo Social y “de familia”
Diversas expectativas despierta la forma en que se articulará y quién presidirá el nuevo ministerio de desarrollo social. De acuerdo con algunas fuentes, Danilo Medina aplicaría la fórmula sugerida por el ex presidente brasileño Luis Inacio Lula da Silva, de concentrar allí todo lo relacionado con la política de apoyo a las clases desposeídas.
Empero, el pasado 27 de abril, en una de las escasas entrevistas concedidas por Margarita Cedeño de Fernández, anunció en CDN que de juramentarse como vicepresidenta seguiría enfocada en programas sociales. Expresaba que quería llevarse el programa Progresando, el corazón del DPD, para la vicepresidencia. Reveló la intención de instituir “un Ministerio de Desarrollo Social”, el cual ella enmendó para que tenga la coletilla “de familia”. No se sabe a ciencia cierta si sus deseos serán finalmente complacidos. Tampoco, en manos de quien quedaría el Gabinete Social, en el proceso de crear por ley el nuevo ministerio.
El presidente electo, según anunció Cedeño de Fernández durante una visita al vicepresidente Rafael Alburquerque, dispuso la unificación de los programas Progresando y Solidaridad con el Gabinete Social que coordina el vicepresidente saliente.
La iniciativa significa que Cedeño o la persona designada para ese cargo tendría un presupuesto superior a los RD$17,000 millones e influencia directa en por lo menos siete ministerios: Educación, Salud, Deportes, Cultura, Mujer, Educación Superior, Ciencia y Tecnología y Juventud; y en 22 direcciones que incluyen el Consejo Nacional de la Seguridad Social, Migración, INESPRE, INFOTEP, INVI, INAVI, PROMESE/CAL, Dirección General de Desarrollo Fronterizo, PROMYPIME, IDECOOP, COPRESIDA, CONADIS y Comedores Económicos.
La tarjeta Solidaridad cuenta con 893,613 beneficiarios que reciben RD$960.7 millones cada mes; Comer es Primero, con RD$410.9 millones beneficia a 587,033 familias; el Incentivo a la Asistencia Escolar, recibe RD$140 millones e impacta a 221,28 estudiantes; el Incentivo a la Educación Superior, con RDS$11.7 millones, beneficia a 23,464 estudiantes universitarios matriculados en la UASD. El subsidio Suplemento Alimenticio maneja RD$29.9 millones e impacta a 74,798 adultos mayores; Bono-Gas para hogares, RD$163.2 millones para 716,151 familias y Bonogas para choferes, RD$54 millones incide en 15,805 conductores, y Bonoluz destina RD$133.1 millones para 358,762 familias, de acuerdo con la Administradora de Subsidios Sociales (ADESS).