El dictador Muamar el Gadafi (i) y el presidente Fernández (d) durante el viaje de este última Libia en agosto de 2009. (Presidencia)
SANTO DOMINGO (R. Dominicana).- Los “acuerdos” a los que llegó el presidente Leonel Fernández con el gobierno de Muamar el Gadafi a finales de agosto de 2009, fueron tan extraordinarios como las fiestas de celebración de los cuarenta años del golpe de militar que derrocó al rey Idris en 1969 y entronizó la dictadura que hoy pende de un hilo.
Del “interés” libio en desarrollar los fabulosos proyectos jamás volvió a hablarse, pese a que fueron presentados por la propaganda oficial como un nuevo hito de la política exterior dominicana y, sobre todo, como demostración inatacable de los éxitos políticos del presidente Fernández. Todos terminaron disolviéndose como las luces de bengala que iluminaron a diestros jinetes cabalgando briosos corceles negros en la noche faraónica de las celebraciones.
Ahora, con la dictadura asediada, posiblemente pocos de los responsables de difundir las auspiciosas noticias quieran revivir las promesas ni los elogios a Gadafi y a su hijo, Saif al Islam al Gadafi, responsable este último de ordenar el ametrallamiento desde el aire de los manifestantes pro democracia en Trípoli y en Bengasi.
En la alforja las promesas de…
El más impactante logro de la visita del presidente Fernández a Libia habría sido despertar el interés del gobierno libio de participar en la construcción de una refinería de petróleo en la costa de Manzanillo, Montecristi, cuyos productos serían exportados a los Estados Unidos.
El costo de construcción, sencillamente fabuloso: 2 mil millones de dólares.
De acuerdo con la nota oficial, ya no el interés sino la “intención” de construir la refinería le fue comunicada a Fernández por el hijo del dictador, con el que se habría reunido por más de una hora.
La Presidencia dio entonces detalles casi minuciosos de lo que incluiría la obra: “instalaciones para el proceso de refinación, tanques de almacenamiento, equipos auxiliares como plantas de tratamiento de agua, torre de enfriamiento y calderas de generación de vapor”.
Tan amarrados estaba el asunto que hasta se fijó plazo de construcción, tres años, según siempre la nota oficial. En su “primera etapa”, la refinería trabajaría a un 80 por ciento de su capacidad, llegando hasta un 96 por ciento en los 29 años en que se calculó su vida útil.
Libia no solo construiría esa monumental refinería. También quería convertir a la República Dominicana “en el centro regional de despacho aéreo de las aeronaves de Afriqiyah, línea aérea libia”. La Presidencia llegó entonces al punto de decir que este proyecto obedecía al plan libio de “diversificar la economía fuera del sector de los hidrocarburos, este último su principal soporte económico”.
El turismo no podía faltar. Pero en ese aspecto la República Dominicana se puso en plan retributivo. El presidente Fernández le confió al hijo del dictador la disposición de su gobierno a prestarle asesoría especializada en el ramo. Técnicos dominicanos viajarían a Libia para arrimar el hombro al desarrollo del turismo en este país norafricano.
Como la nota oficial no quería dejar dudas de que la cosa iba en serio, informó que el para discutir “ los detalles de los proyectos de interés mutuo, el canciller Morales Troncoso y el director ejecutivo del CEI-RD, licenciado Eddy Martínez, sostuvieron una reunión el director de Inversión, Hatim A. Gheriani”.
Al hijo de Gadafi le atribuye tener a su cargo diversas funciones oficiales “que incluyen labores diplomáticas de importancia”.
7dias.com.do
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