Por Francisco Rey Marcos (Foto: Vanberto)La confirmación, por parte del Consejo Electoral Provisional, de Mirlande Manigat y Michel Martelly como contendientes en la segunda vuelta de las presidenciales del próximo 20 de marzo introduce algún optimismo en la larga y dramática situación haitiana.
Al menos en la arena política. Mas de dos meses después de la primera vuelta, las presiones internacionales y particularmente estadounidenses –habituales en la historia del país-, hacen ceder al actual presidente Jacques Préval de sus pretensiones de situar en la segunda vuelta a su candidato y yerno Jude Celestin, en una operación que algunos analistas titularon “estrategia Putin”.
El informe de la misión de verificación electoral de la OE, primero, y las presiones francesas y estadounidenses, después, han acabado por hacer ceder al Consejo Electoral Provisional, CEP, y al presidente Préval. Y eso, que es, en principio, una buena noticia, por cuanto clarifica el horizonte electoral, esconde también varias no tan buenas que ponen de manifiesto incapacidades e injerencias intolerables. Incapacidades claras en el caso de la OEA y en el resto de organismos internacionales –con la alarmante aunque habitual ausencia de la Unión Europea- por no haber podido (¿o querido?) garantizar un proceso electoral limpio y transparente. Que en el país más intervenido internacionalmente, la comunidad internacional no sea capaz de controlar la celebración de elecciones libres resulta chocante. El informe de la OEA fue tardío y no tan independiente como se ha querido hacer creer. De hecho, el primer informe de la OEA inmediatamente posterior a las elecciones las calificaba como “válidas aunque con irregularidades”. E injerencias, pues tanto Francia como Estados Unidos han acabado por imponer su criterio y sus candidatos y eso no es ningún buen augurio para el futuro del país y su soberanía.
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Y si la visita de la Secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton esta semana a Haití cerraba, de facto, la primera vuelta de las elecciones y abría la segunda, el papel de su marido el ex presidente Bill Clinton es aún más importante en el actual proceso al copresidir la Comisión Interina para Reconstrucción de Haití (CIRH) junto con el primer ministro haitiano Jean-Max Bellerive. El papel de la CIRH, su legitimidad para gestionar la reconstrucción han sido cuestionadas por muchos sectores de la sociedad haitiana desde el inicio de su misión. La extensión del estado de emergencia hasta los 18 meses y su tendencia privatizadora y deslegitimadora del estado, entre otros motivos, hicieron que muchos haitianos la vieran con recelo. Pero más allá de eso, hoy, más de un año después del terremoto, la falta de resultados, la lentitud de su trabajo, la carencia de liderazgo para llevar a cabo sus tareas, hacen que este modelo de arquitectura institucional para la reconstrucción deba ser cuestionado. Para la elección del ex presidente Clinton y para la decisión de un órgano mixto de este tipo influyeron los buenos resultados (hipotéticos y discutibles según nuestro criterio) de la reconstrucción tras el tsunami que asolara las costas asiáticas a finales del año 2004 y en la que Bill Clinton estuvo también implicado. Pero creemos, a estas alturas, que ni la persona ni el modelo institucional están siendo los correctos. Ahora que el panorama político interno puede irse aclarando, la comunidad internacional debiera repensar su papel global en el país comenzando por reconsiderar el rol de la MINUSTAH y su relación con el resto del entramado internacional en el país. Desde América Latina, cada vez son más los sectores que demandan mayor protagonismo en el proceso y mayor participación tanto de UNASUR como de otras entidades regionales. Tanto Clinton, tantos marines como los que hubo tras el terremoto, tanta presencia del omnipotente y omnipresente vecino del norte parece que tiene poco sentido. Más aún si los resultados son tan magros.
Pescar en río revuelto
Y en este escenario, la aparición del antiguo dictador J.C. Duvalier en escena ha venido a añadir confusión. Y el previsible retorno del otro presidente en el exilio Jean Bertrand Aristide va a añadir aún más. Pero ambos casos son muy distintos y así como el primero debería ser juzgado por crímenes cometidos durante su mandato, el segundo, que se sepa al día de hoy, no tiene abierta ninguna causa en su contra. El gobierno haitiano ha autorizado el concederle el pasaporte diplomático y los únicos motivos para que no se encuentre ya en el país son las presiones internacionales. En cualquier caso, más allá de la confusión de estos días, la vuelta de ambos ex mandatarios puede interpretarse también en clave positiva por cuanto supone pasos hacia una normalización de la vida política del país. El antiguo partido de Aristide, Lavalas, no pudo presentarse a las elecciones a pesar de que cuenta con claros apoyos en la sociedad haitiana, y eso no es tampoco una situación que deba mantenerse por mucho tiempo.
Las próximas semanas van a ser cruciales en la evolución del país caribeño pero el que, al menos en el aspecto electoral, se vaya aclarando el panorama es una buena noticia que hay que resaltar en un panorama en el que otros muchos aspectos siguen sin resolver, agravando la crisis. Ahora bien, el resto de cuestiones, comenzando por la imperceptible reconstrucción, tienen que acelerarse y la responsabilidad internacional en esa parálisis es inaceptable.
*Francisco Rey Marcos - Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH)
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