miércoles, 3 de febrero de 2010

EL HOSPITAL PSIQUIÁTRICO DE PUERTO PRÍNCIPE QUEDÓ VACÍO...

El Hospital psiquiátrico de Puerto Príncipe quedó vacío. J. García

Los locos de Puerto Príncipe

J. García
Fuente: El Mundo.es
Miles de víctimas que han perdido la razón deambulan por la capital
Los pacientes del psiquiátrico escaparon de su espantoso encierro

Jacobo García Enviado especial Puerto Príncipe
Actualizado domingo 31/01/2010 16:14 horas

Cuando cae la noche se les oye aullar. Un grito desgarrador y lastimero que sale de entre los plásticos y las sábanas estiradas en el suelo que hoy, 19 días después, siguen siendo la única vivienda para más de un millón de personas. Un grito desesperado que se prolonga durante muchas horas en medio de la indiferencia de sus vecinos que siguen charlando y celebrando ceremonias religiosas hasta que unos u otros logran quedarse dormidos.

Un grito angustiado y desesperante para cualquiera que entre por primera vez aquí. La banda sonora de cada noche de este inmenso campamento en que se ha convertido Puerto Príncipe.

Eso es cuando llega la noche porque cuando sale el sol las calles parecen llenarse de zombis que caminan sin rumbo por toda la ciudad. Hablan y gesticulan mirando al cielo y sorteando ruinas. En cada esquina, en cada semáforo, en cada acera. Al anochecer, vuelven al redil de los cuerdos donde son apartados o duermen muy lejos del resto para lamentarse sin freno durante horas. Así se escucha a los miles de locos que dejó el terremoto.

Trastornos y pesadillas
"Mi madre se me aparece y me veo con ella corriendo por la calle porque me están persiguiendo",
dice Frida.
Frida Chantale tiene 20 años y una caligrafía privilegiada gracias a que hasta hace tres semanas seguía yendo a la escuela cuando lo normal en Haití es dejarlo al llegar la adolescencia. Frida estaba viendo la televisión a las 16.53 del 12 enero, cuando el suelo se abrió bajo sus pies, las paredes se vinieron encima y la televisión estalló al caer al suelo. Su madre sigue bajo los escombros desde entonces.

Habla con naturalidad de una tragedia que la dejó en la calle pero al caer la oscuridad llega lo peor. "Tengo pesadillas y no puedo dormir. Mi madre se me aparece y me veo con ella corriendo por la calle porque me están persiguiendo, y entonces me despierto gritando. Así un día y otro y otro...", cuenta junto al plástico sobre el que duerme en el campamento Jorge Silven, donde un puñado de velas y la luna llena son la única luz.

"Lloro todo el tiempo", dice. Mientas habla, se escuchan gritos que van y vienen pero a los que nadie presta excesiva atención.

Terror cuando sale la luna
En el caso de Daniel Cajuse, es su hijo el que grita sin sentido y por cualquier cosa. Tenía dos hijos de los cuales sobrevivió uno y también teme la noche. "Ayer mismo se despertó temblando y con pesadillas. Durante el día está como ido sin su madre y su hermano", señala en el campamento de Peyguy Ville.

El miedo se dispara con cada réplica. Desde el terremoto se han producido más de 100 movimientos. Cada día dos o tres veces vuelve a moverse la tierra con distinta intensidad. "Siempre provocan nuevos ataques de pánico entre la población", explica Silvia Cauzzi, psicóloga de Médicos Sin Fronteras. "Algunos de ellos tenían ya problemas psicológicos antes pero con el terremoto se ha disparado el número de transtornados psíquicos. Son los que andan vagando o no puede dejar de gritar", explica.

Un hospital vacío
Pero si la calle es un espanto, el hospital psiquiátrico de Puerto Príncipe tampoco es un buen sitio para vivir y sí para morir. A la entrada del hospital hay una montaña de basura con una nube de moscas encima y dentro, un campamento de plásticos, niños jugando en la arena, mujeres cocinando y hombres mirando.

El director del nosocomio habla con EL MUNDO en un despacho en el que no hay nada que haga pensar que es la oficina del hospital psiquiátrico más importante del país. Tres psicólogos atienden a unas 2.000 personas.
"La atención psicológica es un nuevo concepto para nosotros. Es un dominio en blanco", afirma Normil Franklin, director del Hospital.

"La atención psicológica es un nuevo concepto para nosotros. Es un dominio en blanco", afirma Normil Franklin, director de la institución. Explica que no hay cultura de buscar ayuda para los problemas mentales. En su lugar, los haitianos rezan, van a curanderos tradicionales o echan mano del vudú.

En este hospital había 100 internos cuando sucedió el terremoto. Vivían como animales en celdas de cemento con puertas de hierro y dos candados. La mayoría salió corriendo y no han vuelto. Hoy sólo quedan unos cinco enfermos que conviven entre cascotes y heces humanas.
Los primeros pacientes que ve el periodista son tres hombres completamente desnudos que deambulan con los ojos en blanco. Uno de ellos yace inmóvil y sucio en una esquina del patio. Ellos ya estaban esquizofrénicos antes del temblor, pero con el terremoto y sin familia "enloquecieron del todo", cuenta el director del hospital.

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