EDWARD BALDERA GÓMEZ NARRA LO QUE PASÓ
“Ese día oré como diez veces y me soñé en casa”
Ramón Pérez Reyes - 10/19/2009
SÓLO DOS HOMBRES SE QUEDABAN TODO EL TIEMPO CON ÉL Y SE TURNABAN PARA BUSCAR LOS ALIMENTOS
Es lampiño. Los familiares aseguran a Edward, como a otros varones de la familia, le crece muy poco el pelo.
Santo Domingo.- El día que lo secuestraron, Edward Baldera Gómez se levantó como de costumbre: a las seis de la mañana. Se bañó, se cambió y se fue a Samaná para atender el negocio familiar. Ese viernes, 18 de septiembre, parecía una fecha normal, pero fue un día que cambió el curso de la historia de la familia Baldera Gómez. El rapto de su hijo la sumergió en el dolor y la incertidumbre y la colocó en el ojo de la opinión pública. Su vida ya nunca será igual.
Un equipo encabezado por el director de LISTÍN DIARIO, Miguel Franjul, y el subdirector, Fabio Cabral, se trasladó a la ciudad de Nagua, para conocer la verdad de los hechos.
Este es el relato, contado por su propio protagonista:
Las llamadas. Los secuestradores llamaban a amigos de Baldera y de la familia para que no los rastrearan
¿Cómo fue ese día?-¿Qué quiere el conmigo?
Entonces me pusieron las esposas y me preguntaron dónde estaban las llaves del vehículo y les dije que estaban encima de la mesa, donde también estaban los celulares, mío, de mi novia y el de mi suegra. Los cogieron todos. Me montaron en la camioneta, apuntándome con una Uzi, y mi novia se montó obligado porque la querían dejar y arrancamos. Cuando íbamos a salir camino a (San Francisco de Macorís) , me lo encontré raro. Entonces mi novia dijo que por ahí no quedaba el cuartel, pero ellos la mandaron a callar. Me llevaban con la cabeza abajada, encima de los muslos de mi novia y cuando íbamos por El Factor (municipio de Nagua), me taparon la cabeza y de ahí ya no vi nada.
Luego ellos se paran y le dicen a mi novia que se quedara. Ella dice que no, que la dejaran más adelante frente a una casa, pero ella lo que quería era ir conmigo. A la tercera vez que se pararon le dijeron que se quedara “porque nosotros no somos relajo y ahí estaba claro”.
La desmontaron, y el de atrás le dijo a otro que le diera 50 pesos para el pasaje. Después que la desmontaron a mí me pusieron un saco negro, me arroparon la cabeza-
Cuando íbamos más adelante, el chofer dijo que se estaba acabando el combustible. Es un vehículo de gasoil que casi no hace mucha bulla. Ellos me preguntaron a mí que de qué era, y yo les digo que era de gasolina, para engañarlos. Intentaron pararse en un sitio, pero otro le dijo que no, entonces sentí que doblaron por una callecita y se escuchaba un reggaetón que decía “el poco tiempo que te queda a ti de vida”.
Eso me asustó, porque pensé que era a mí y que me iban a matar. Entonces, más para adelante me sacaron y me tiraron en algo, sentí como que era el piso, y otro se fue a buscar combustible en un galón y después volvieron a buscarme. Cuando me volvieron a montar en el vehículo, me di cuenta que cambiaron a un personaje, que era el que iba atrás conmigo, porque el primero que iba tenía la voz más joven y el que montaron hablaba como un viejito. Entonces corrimos unos kilómetros y viene la camioneta “pan, tira un tiro y se apaga”, ellos se averan y preguntan:
-¿Qué le pasa al vehículo?
-No sé.
-Dime lo que le pasa sino quieres que te dé un tiro, habla, habla.
Me puyaban con la punta del arma, sentía que me apuntaban.
-Yo no sé, porque este vehículo es de mi papá, hace como tres o cuatro días que lo compró, yo lo monté por primera vez.
Ahí se desmontaron los dos de adelante y me dejaron con el que está atrás y pasaron como dos horas en eso y entonces vino un vehículo a rescatarnos, me desmontan y me montan en un vehículo más bajito, yo sentía que era un carro. Se sentía que se montaron los tres que andaban conmigo y el que vino manejando el carro. Arrancamos. El vehículo corrió como una hora, me trasladaron a una yipeta. Cuando me trasladaron, dos se montaron atrás conmigo, fueron los dos que se quedaron conmigo.
Era una casa de campaña
Hubo uno de los que nos fue a llevar que se devolvió. Cuando llegamos allí uno de ellos me quita el sweter y la frenela y me lo rompió, me quitaron los tenis, y el pantalón de ejercicios y me dejaron en bóxer...
¿Ahí fue que llegaron al lugar donde te tenían?
Sí, me cambiaron las esposas para adelante, me pusieron un plástico en el suelo y me preparan donde voy a dormir; entonces me quitan la chaqueta y me ponen otra capucha y cuando me van a quitar el saco que tengo en la cabeza, me dicen: “Siéntate y mira para allá”. Me dicen que no me atreva a mirar para atrás y ahí es que me ponen la capucha negra.
Me quedé ahí. Amaneció de una vez, porque era tarde ya, y se hizo de día, sentí la claridad. No dormí, me quedé ahí y amaneció.
¿Cómo era el lugar? ¿era una casa cerrada?
No, no era casa, era en la misma loma, abierto, al aire libre; ellos ponían un plástico para yo dormir, pero desde el primer día que llovió, me pusieron una casita de campaña. Ellos la amarraban. Una goleta se llama. El primer día me la prepararon porque llovía y de ahí en adelante me la preparaba todos los días para que no me molestara el sol, porque daba en lleno en ese lugar.
¿Permanecías siempre en la casita?
Sí, porque ellos me decían que me parara si quería, pero hasta donde llegaba la cadena, pero que tuviera cuidado si intentaba mirarlos “porque te damos un tiro”. Yo siempre estaba en la casita, me paraba a veces.
Oraciones y canciones
Me levantaba. Ellos me dicen que si quería picar algo; cuando me daba hambre, les preguntaba qué había de comer, casi siempre pan con queso, conconetes, o galleticas.
¿Cómo se llamaban entre ellos?
¿Hiciste grabaciones?
La segunda vez fue que ellos me dijeron que hicieron la grabación “pero tu papá no cree que eres tú, así que vamos a hacerla el nuevo”.
Francisco Baldera, el papá, interviene para explicar: Ellos me llaman para negociar y me dicen: “Mire tenemos su hijo y si no busca cinco millones de dólares vamos a actuar de otra manera”. Y yo les dije que cinco millones de dólares es mucho dinero. Además, yo estoy exigiendo una prueba de vida. Entonces ellos me dicen: “Tú sabes que eso es imposible”. Yo le digo que bajen la cantidad de dinero, porque eso no lo consigue nadie. Ellos me dicen que me enviaron una prueba y yo le digo que eso no me satisfacía porque lo quería oír personalmente. Ellos me dicen que eso es imposible, y yo le digo que hay dos cosas imposibles, que ustedes me devuelvan a mi hijo y que yo les entregue el dinero. Entonces me dicen: “Pero usted no quiere a su hijo”. Yo le digo: mi hijo vale más de ahí, pero yo no tengo ese dinero, pero si ustedes me dan tiempo yo empezaré a tocar puertas. Entonces me dijeron: “Está bien, nosotros se lo vamos a poner otra vez, entonces me trajeron otra grabación”.
Edward continúa el relato: En la segunda grabación ellos me dijeron: “Tu familia no cree que tú estás vivo, ahora queremos que digas cosas íntimas de tu casa, de tu relación con tus padres”. Me dijeron, piensa, para que sepas lo que vas decir.
Entonces saludé como siempre y le besé la mano y di detalles. Dije que atrás de la casa había un gallinero, una iguana, un pocito que hay una hicotea, que en medio de la casa hay unas cascadas, que en mi habitación había una computadora, unos cuadros y todos los detalles. Dije que mi papá y mi mamá que era una familia unida, que nos llevamos bien. Entonces me dijeron: “Di la fecha” y yo lo hice. Eso fue después de la segunda grabación, porque iban un día sí y otro no. Entonces se la llevaron y les oí decir: “Con esto ellos van a creer que está vivo porque él dijo cosas que solamente la saben ellos”.
Interviene otra vez Francisco: Yo la oí, pero le dije que lo quería oír yo, no una grabación, pero la segunda vez les dije que la repitieran para que su mamá la oyera y lo hicieron y la oyó su hermanita también e identificamos la voz correctamente como la de nuestro hijo, pero queríamos hablar personalmente y me dijeron: “Eso es imposible. Ve buscando los cuartos ya, nosotros somos serios en esto, y tenemos el control de ´tó´, la policía, eso es mierda”.
¿Siempre se comunicaban por tu celular?
No, una vez utilizaron a una persona de Samaná que tiene una casa de cambio cerca de nosotros, Ellos les pidieron el número a mis hijos de todas las personas relacionadas.
Tres preguntas, cuatro respuestas
Regresa Edward con la tercera grabación.
Pasó un día de la segunda, volvió el hombre con la grabadora y dijo: “Te vamos hacer otra, porque tu papá oyó la segunda y él sabe que eres tú, pero dice que no sabe cuando se grabó, que quiere saber si tu estás vivo y te mandó hacer tres preguntas. Él quiere saber cómo se llama el perfume que te trajo la última vez que viajó, cómo se llama la perrita de tu casa y cuál es tu comida favorita. También preguntó el instrumento que sabías tocar”.
Yo le dije: el perfume se llama Montana, el instrumento es la batería, la perrita se llama Titi y mi comida favorita es arroz, habichuela y carne (risas por lo de “la bandera”). Entonces uno de ellos dijo: “Ahora sí vamos a cobrar porque esas preguntas las mandó hacer el papá y con esto va a estar seguro de que su hijo está vivo. No te desespere, mi hijo, que si tu papá paga, nosotros te vamos a entregar vivo, pero si no paga tu vida corre peligro”.
¿Alguna vez sentiste que corrías peligro?
Yo le dije, yo no sé. Entonces él me dijo: “Ellos lo que se pasan el día en la casa orando, ellos creen que Dios es que te va a salvar y de aquí no te salva nadie, aquí nadie te va encontrar, la Policía nunca va a llegar aquí a este lugar”.
¿Cómo planificas la escapada?
¿Siempre tenías la capucha?
¿Siempre tuviste la misma ropa?
No, el primer día lo pasé en bóxer, pero al amanecer el tercer día, ellos me dijeron: “Te vamos a poner una ropa”. Me pararon y me pusieron un pantalón grandísimo, buscaron un cordón de un zapato, me amarraron, y me pusieron un swéter. En las fotos y la televisión yo aparezco con una camisa que me pusieron en el pueblo donde me ayudaron. Allá no había muchos mosquitos, normalmente me picaban en los pies.
(Los familiares conservan las ropas con la cual estuvo en cautiverio)
Ahí viene lo de las cadenas. Yo me decía: el nudo está demasiado lejos y no lo alcanzo, me puse a analizar, halé pero hizo bulla, los alerté, pero solo dijeron: ¿Qué pasa? y les dije no, nada, pero seguí halando.
¿Qué cantabas?
¿Cuando llegó el momento en que no tenías esperanzas, ¿qué pensaste de ti?
El primer día que me llevaron, el más agresivo me dio dos golpes con el arma. Cuando ellos me volaron del alambre, en una que intenté levantarme, él me dijo: “Tú lo que quieres es vernos” y me dio en el estómago y cuando me encogía me repitió en la espalda con la misma arma y jamás volví a tratar de mirar, tenía un dolor de espalda inmenso. En lo primero creí que me iban a matar, pero después no. Porque les pregunté a ellos, ¿por qué a mí?, y “el malón”, me dijo: “Porque tu papá es el hombre más rico de Nagua”, y yo le dije: eso no es verdad. Me dijo: “Cállate, que nosotros no hacemos esto a lo loco, sabemos lo que hacemos”. Ese día ya yo sabía lo que era. Además él me dijo: “Tienes que darme los números de teléfonos”.
Después de los primeros ocho o diez días, ¿cómo te sentías frente a ellos?
Les tenía odio, aunque nunca se lo demostré, porque les tenía miedo. A veces pensaba, y no viene la Policía y los mata, pero ellos me decían: “Nosotros somos una banda fuerte, la Policía no va poder con nosotros, todas las personas, todo el personal de nosotros anda en las calles libre. Han agarrado algunas gentes de allá por ti, pero ninguna son de nosotros”.
¿Te bañaste?
Nunca, por la mañana con el agua de tomar me enjuagaba la boca. (En ese momento, Miguel, su padrino, abre una funda con la ropa que Edward usó siempre, bastante maloliente).
¿No te afeitabas?
Sí, yo me corto bajito, yo salgo en la foto en un baby shower de mi hermana. Esa fiesta fue el día 13 y me agarraron el día 18. (Ahí interviene el papá y dice todos somos lampiños y muestra a un primo que es igual.
¿Cuéntanos otras vivencias?
Siempre me quedaba escuchando y nunca escuché ni la bulla de un vehículo, ni la voz de una gente. A veces, cuando me levantaba un poco la capucha, trataba de ver si veía el mar, pero no lo veía.
¿Qué te hacía pensar que el mar estaba cerca?
¿Tuviste pesadillas?
Soñaba con Dios, con mi familia, me quedé pensando qué le había pasado a mi novia y ellos me dijeron que había llegado bien, no sé como lo supieron.
EL DÍA FINAL
¿Cómo sales en libertad?
Al otro día sigo intentándolo; lo hice con fuerza y la cadena se desenganchó y me dije: “Dios mío, gracias, gracias por dejarme poder lograrlo”, pero la volvía enganchar con la mano y la metía debajo del tennis y la pisaba para que ellos no se dieran cuenta si entraban a inspeccionarme. A veces me la tapaba con la sábana para que ellos no se dieran cuenta. Cuando me llevaban a hacer mis necesidades, no se daban cuenta, porque no miraban la cadena, solo me iban apuntando con su arma. Yo siempre me decía: “Dios mío, que no se den cuenta”.
Valor a prueba
Como yo sabía que el más flaco era mayor, porque a los dos yo le veía las manos, yo me decía que el día que me iría a escapar tendría que quedarme con ese. Porque no me alcanzaría. El otro me hablaba mal, era rudo y yo le tenía miedo. Me decía: “El día que intentes escaparte -y me daba con el arma en el pecho-, vas a tener dos tiros en los pies, desde que te mandes”.
Yo escucha el ruido de las hojas y de las piedras cuando él iba subiendo. Cuando dejé de escucharlo me dije “este es el momento, Señor, de yo hacerlo”. Me quité las esposas y me la guardé en el bolsillo, me tapé con la sábana, me quité la cadena y me quedé ahí sentado, me levanto la capucha, me quedo esperando un rato y cuando pasan como 15 minutos ya estaba el cielo comenzando esclarecer y saco la cabeza y veo que el más viejito estaba de espalda a mí, con un pedazo de plástico de refresco, que era en el que bebíamos agua y su cepillo, está aplastado de espalda. Como yo estaba en la casita de campaña yo podía salir por el otro lado y no me veía y salí aplastado hasta salir dos matas más allá, cuando las pasé, me paré y me fui por la barranca más alta...
Sentí como que él se mandó detrás de mí, pero yo de una vez lo perdí, porque aún estaba oscuro y no se veía y corría sin rumbo, con las dos manos arriba y me quité la capucha y la llevaba en la mano, cada vez que me enredaba me caía, de nalga, de ¥lao¥, como quiera, pero seguía. Por ahí hay unas matas que son como forma de lazos, que tú te enganchas y me enganché en una y me caí y creía que tenía el cocote pelao. Se me quitó un tennis, lo cogí y seguí corriendo. Cuando no aguanté, me lo puse y seguí corriendo. Llegué como a una callecita y vi una cerca de alambres y la volé y me quedé parado. Como no escuchaba a nadie, miré para la derecha y para la izquierda y algo me dijo coje para la izquierda y por ahí me fui. Corrí, corrí, cuando llegué al fondo de esa calle, miré para los dos lados, pero ahí cogí para la derecha.
Iba caminando y agarré dos piedras, me dije: si viene un vehículo me escondo y si viene un motor le pido ayuda. Cuando llego al fondo de la calle doblo a la derecha y cojo por un lugar que hay muchos hoyos, y muchos cangrejos. Creía que eran otras cocas... Seguí caminado y llegue a un lugar grande y limpio y seguí derecho y encontré un camino y caminé muchísimo, hasta encontrar una finca de vacas y miro y sigo caminando, no aguantaba la sed. Me senté, me quité el poloshirt, descansé y seguí y veo otra finca y por fin veo un señor ordeñando y le digo: “Amigo, y un muchachito que está atrás me ve. Le pregunto que si el pueblo quedada lejos, me dice que como a dos horas y media. Ahí le digo que me tenían secuestrado y que me le escapé. Me dijo: “Mi hijo, tú eres igualito a tu papá, yo estaba viendo la noticia anoche y vi a tu mamá ahí gritando”. Me dijo: “Ven, ven por aquí, yo tengo una escopeta, yo soy el encargado de esta finca”. Yo le dije que estaba deshidratado y me preguntó que si bebía leche y agarró el cubo de la leche y me dio de beber.
Después me dijo que tenía unos haitianos podando; ellos cocinaron para que comiera. Le dije que ya no tenía hambre, me dijo que debía comer algo y que me mandaría para el pueblo. Me dieron espaguetis con yuca. Le dije que me venían siguiendo porque me les escapé. Entones, él mandó al muchachito al pueblo para que buscara a la policía.
No pague, me escapé.
¿Por qué le dijiste que no pague?Le dije que no debe pagar, porque cada vez que me ponían a grabar, yo oía que decían, con esta sí va a pagar. Como desde el martes no tenía noticias, pensé que habían hecho negociaciones.
Que era una banda de secuestradores que me estaba chequeando a mí. Nunca sentí nada raro, parece que hacía su cosa bien hecha.
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