EDITORIAL DEL LISTIN DIARIO
Algún día, si es que son arrestados vivos, los asesinos de Kashia Patricia Requena Grullón comparecerán a los tribunales y gozarán, en su sadismo, la comedia de un juicio.
Eso es lo que vemos a menudo: los delincuentes sentados en los banquillos riéndose burlonamente de unos jueces que pasan horas y horas buscando las “pruebas” fehacientes para condenarlos, muy seguros de que las penalidades no serán tales.
Eso es lo que vemos a menudo: los delincuentes sentados en los banquillos riéndose burlonamente de unos jueces que pasan horas y horas buscando las “pruebas” fehacientes para condenarlos, muy seguros de que las penalidades no serán tales.
¿Cuántos criminales, que mataron recientemente, andan por las calles amparados en las breves “medidas de coerción” que nos ha traído el “moderno” código procesal penal? No hace falta contarlos. Solo hay que leer los prontuarios de algunos que caen abatidos en la reincidencia, o los vueltos a arrestar por otros delitos, para comprobar el amplio listado de víctimas o trapacerías que abonan sus cuentas sangrientas.
El gran dilema de las autoridades policiales o antidrogas es que, por más que investiguen, apresen y sometan a la justicia a los delincuentes, estos logran que sus abogados, amparándose en las indulgencias y atenuantes del código, salgan libres, o apenas purguen un encierro temporal mientras un tribunal de fondo se ocupa de desenredar las marañas del crimen y, luego, de la trama jurídica que los favorece, pero sin ir más allá de lo que esperaba la sociedad.
Lo penoso es que Kashia Patricia está muerta. Que la sociedad, indignada, está derramando lágrimas por su brutal asesinato.
Y que, dentro de pocas horas, más dominicanos pasarán la misma y tenebrosa experiencia, que es el pan de cada día en una sociedad atrapada por la delincuencia y asfixiada por la corrupción de todas las normas éticas y morales que antes nos distinguían.
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