SANTO DOMINGO (R. Dominicana).-
El gobierno del presidente Leonel Fernández se ha vuelto adicto a la manipulación de la opinión pública. Mediante un uso perverso del lenguaje, procura convencer a la población de intenciones que no son tales, sino mero parapeto de fines que le resultaría políticamente problemático admitir.
Un ejemplo palmario de esta vocación manipuladora es la justificación que acompaña al proyecto de reforma fiscal enviado este martes al Congreso: con ofensivo desparpajo afirma que los nuevos tributos servirán para otorgar a la educación el 4% del producto interno bruto que manda la ley del sector.
¿Cuándo se convenció el presidente Leonel Fernández de que el reclamo social del 4% no es un “falso debate”? Citemos lo que dijo el 23 de noviembre de 2010 en Santiago para referirse al movimiento alentado por la Coalición Educación Digna: “Este tema me parece un falso debate, en términos propagandístico me parece bien, me parece hasta inteligente de quienes reclaman el 4% pero es un falso debate”.
En su improvisada intervención, hecha en un acto organizado por la Asociación de Industriales de la Región Norte (AIREN), Fernández deslegitimó la lucha por el 4% afirmando textualmente: “Yo diría, ojalá no tuviéramos un 4%, sino un 8% del PIB para la educación, pero este tema no se trata del volumen de inversión sino de la calidad de la inversión”.
En su discurso del pasado 27 de febrero ante la Asamblea Nacional, Fernández reiteró sus opiniones contrarias al reclamo de una mayor inversión. Una buena parte de su discurso la dedicó a “desmontar”, con aires y tono de irrebatible sapiencia, los argumentos favorables al 4%; para ello apeló a ejemplos variopintos y citó las opiniones de numerosos especialistas en materia educativa, además del informe elaborado por Jacques Attali para el gobierno francés –aunque silenció el elaborado para el país que es particularmente crítico con la mala calidad de la educación.
En la ocasión, tras la cita prolija de todos los logros de su gobierno en materia educativa, el presidente Fernández dijo lo siguiente:
“No obstante lo anterior, estamos conscientes de la necesidad de mejorar los estándares de calidad de la educación en nuestro país. Sabemos que no podrá haber desarrollo nacional sin la debida formación de capital humano.
“Tenemos que seguir dignificando la condición de nuestros docentes. Tenemos que reforzar los programas de capacitación y actualización de nuestros maestros y maestras. Tenemos que lograr la plena integración de las familias al desarrollo escolar. Debemos cultivar en nuestros alumnos las destrezas y habilidades requeridas para este mundo exigente y competitivo del siglo XXI.
“Debemos continuar ampliando y modernizando nuestra infraestructura escolar. Debemos continuar integrando las modernas tecnologías a nuestros planteles escolares. Debemos, en fin, promover una formación integral, científica, humanística y en valores, en base a las más efectivas corrientes pedagógicas internacionales.
“Pero esto tiene que realizarse en el marco de un plan racional, coherente e incluyente, de mediano y largo plazo, no en forma abrupta, el cual debe ser fruto de un pacto entre los distintos sectores de la vida nacional”.
Tres meses después, Fernández sorprende pidiendo al Congreso aprobar impuestos ¡para cumplir con el 4%! No ha habido autocrítica alguna de sus anteriores posiciones, mantenidas con una impermeable suficiencia y en ocasiones con ostensible desprecio por sus contradictores. Además, su intención de burla es aún más evidente cuando se toma en cuenta que el 4% del PIB de este año ronda los 80 mil millones de pesos, que el presupuesto que asignó a Educación fue de 41,588 millones y que la reforma tributaria sometida ese martes solo lo proveerá de unos 9 mil millones de pesos. No es entonces invertir más en educación.
La verdad parece ser otra: el gobierno no se ha ajustado a los requerimientos del FMI de reducir el gasto y las tiene difícil con ese organismo que parece deslizarse desde la notoria complacencia con su administración hacia exigencias más rigurosas. Además, y lo confesó Temístocles Montás recientemente, del cumplimiento de las metas acordadas con el FMI, entre ellas las relativas a la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE), depende –y casi pende— el acuerdo “stand by” sin el cual no habrá más recursos de ese organismo ni de ninguna otra agencia crediticia asociada.
Sería mucho más elegante si el presidente Fernández reconoce las reales necesidades que impulsan la nueva reforma tributaria, cuya posibilidad el gobierno se cansó de negar, que tratar con intenciones tan poco edificantes una necesidad nacional perentoria como la educación y el movimiento social que la sostiene.
Margarita Cordero/7dias.com.do
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