Por Karina.
La República Dominicana de hoy y de siempre, ha sido una nación de dolores, ni una sola de sus instituciones en el presente ni en el pasado, han dejado de ser flageladas por todo tipo de infortunios, contratiempos y calamidades, es como si un hado maldito las hubiera marcado en la frente con una señal ignominiosa desde su gestación en los siglos, que fueron tres, de la colonia, hasta el sol de hoy.
Y no es que creamos que naciones de otras latitudes sean paraísos, no, es que sencillamente, como es natural, nos duelen menos, ya que a los seres humanos les duele y escarcea su casa, no la ajena, nos duele nuestro corazón, no el ajeno; esa actitud no lleva aparejada el egoísmo, tampoco es un comportamiento chauvinista. Nuestro terruño nos duele y lo llevamos en las venas, de otra forma no somos ni podemos ser.
Nación de dolores dije que somos. Sus instituciones debaten por sobrevivir al caos, se baten en retiradas y no dejan de alzarse voces proféticas, pero es como arar en el mar. A tal efecto, tenemos que el deterioro Institucional tiene un límite, cuando se pasa ese límite el caos y la confusión es de tal naturaleza que se impone a toda costa el guante de hierro, es tiempo ya, de que nuestro país hubiese comenzado a aceptar que el rejuego democrático requiere de la fuerza de la razón y de la fuerza necesaria para que las bases que sostienen la piedra donde descansan sus Instituciones, no sea resquebrajada con juegos entorpecedores que pongan en peligro la estabilidad de esta misma democracia, pero lamentablemente en cuanto a esto vamos hacia atrás como el cangrejo, y no solo eso, sino que nos hemos empantanado en un callejón sin salida, hemos reculado, y es triste muy triste.
Es tiempo ya, de que nuestro país hubiese comenzado por lo menos a despegar políticamente, y da pena, mucha pena, mas aún, cuando se observa como algunos de sus principales líderes políticos han ido desapareciendo de su entorno, lo que ha traído como consecuencia que sólo dos partidos se encuentren en estos momentos en la arena política, acabando de pasar por unas traumáticas elecciones Congrensuales y Municipales, sin que una sola de sus Instituciones sean capaces de sanear el ambiente y tratar con esto de estabilizar una situación que de ya se les escapa de las manos.
Pues tenemos que a la hora de la verdad, cuando ha enmudecido la fanfarronería, las amenazas, y el estruendo ensordecedor de las masas; cuando desaparecen de la mente las imágenes de grandeza y de nuestros oídos las trompetas del triunfo, tranquilamente se vuelve al viejo camino que predicaban en nuestra infancia: dialogo y por la buena.
En nuestro país político hay que tener bien presente que las posiciones absolutas e intransigentes traban la maquinaria social y la dañan, no se puede pretender en tener siempre la razón, pues es hora de bajar los humos y llevarlos por la buena, el dialogo se impone, pues no debemos imponer a la mala, debemos dialogar, ya que así lo ha enseñado la experiencia propia y ajena.
Si somos capaces de razonar, es porque nuestro cerebro posee conciencia de su propia existencia, esa conciencia de si, eleva al hombre a una altura inconmensurable, es ahí donde radica la grandeza de la especie humana, y su preeminencia sobre las demás cosas.
Pensamiento y comunicación van de las manos a favor de la acción y todo es posible por la palabra, pues con lo que nos gusta hablar, y a veces cuando mas se necesita se nos oiga, callamos de una manera tozuda e impenetrable.
Está probado que los pueblos tienen que seguir un camino largo de tropiezos y encontronazos hasta definitivamente enrumbar al futuro con seguridad, y para lograr esto nada como evitar a toda consta la dispersión de sus fuerzas políticas.
Es bueno tener presente que la dispersión de las fuerzas morales, económicas como naturalmente las pocas, y así todas, son como el agua que se derrama. Cuando el agua se derrama de poco sirve que no sea para ponerse a secarla. Fuerzas dispersas, agua derramada. Con el agua en estas condiciones no se puede cocinar, no puede usarse para el baño, ni para el lavado, ni la toma, ni el riego del jardín, y menos producir energía.
Al caer el agua de los altos cielos en forma de lluvia se nutrirán los embalses de las presas, aumentará el caudal de los ríos y lagos, viniendo a parar, una buena parte de ella en los tanques del acueducto.
Pues bien derramada el agua toda su capacidad de servir y ser empleada se pierde, carece entonces de toda utilidad y fuerza, ya que donde hay dispersión no hay coherencia ni peso.
Así han actuado y actúan los partidos y dirigentes políticos dominicanos, como el agua derramada....
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