MILITARES QUE VIGILAN LA LÍNEA FRONTERIZA AFRONTAN TAREAS ARDUAS CON PRECARIEADES
Montañas. Camino al cuartel se observan en medio de la pobreza a niños haitianos. Desde el cuartel pueden verse las pendientes sinuosas de la carretera internacional y en las montañas, como despeñaderos, algunos hombres que siembran semillas entre la tierra seca.Ramón Urbáez
Comendador, Elías Piña
El pequeño cuartel de Algodón se levanta en un promontorio de piedras y tierra seca, rodeado de altas montañas y cerros marrones.
Bajo un árbol, los soldados encargados de vigilar este punto fronterizo con Haití tienen cuatro camas, una pequeña estufa de gas y algunos tiestos para cocer víveres.
Desde el cuartel pueden verse las pendientes sinuosas de la carretera internacional y en las montañas, como despeñaderos, algunos hombres que siembran semillas entre las piedras y la tierra seca de las laderas haitianas. Para verlos en tan empinadas pendientes hay que levantar la vista como mirando al cielo.
Desde las siete de la noche la oscuridad es absoluta y en el cuartel sólo se oye el viento que silva violento desde las montañas.
Los guardias no tienen luz, a veces ni velas, sólo su fusil y el deseo de “servir a la Patria, aún en las condiciones más adversas”, dice un militar.
Vigilar la frontera dominicana, desde Pedernales hasta Pepillo Salcedo, Monte Cristi, es una labor tan ardua y difícil como tejer una cuerda de arena o amonedar el viento sin cara, y en larguísimos trechos, realmente imposible.
Cientos de soldados pasan los días y las noches internados en los montes, lejos unos de otros y hasta a 20 kilómetros de sus cuarteles base y los lugares de abastecimiento.
Ninguno tiene radio de comunicación, pues estos equipos sólo están en los destacamentos, desde donde tienen que hacer un reporte diario de sus operaciones.
La radio funciona con la fuerza de pequeñas celdas solares, que no alcanzan para encender un bombillo durante la noche.
Los pequeños puestos militares carecen de todo y en muchos ni siquiera hay una silla o una mesa para sentarse a comer.
Soldados
Los soldados se ven apostados frente a villoríos y poblados haitianos, cuyos habitantes parecen fantasmas que bostezan durante el día y vuelven a morir en el silencio de la noche.
Los habitantes de casi toda la franja fronteriza, que serpentea la carretera Internacional, no tienen nada, se meten en racimos en chozas de barro y duermen en el puro suelo.
Durante semanas niños y adultos apenas comen bolitas de tierra o de harina de trigo, cuando hay.
Es un paisaje agreste, con praderas marrones. La tierra seca y la polvareda se levanta con la brisa en la carretera o cuando pasa un auto.
Los soldados, en su mayoría, nacieron en poblados fronterizos y conocen la zona. Muchos, como los haitianos, son sobrevivientes de la desolación y la miseria, junto a sus familias de este lado de la frontera dominicana.
Esta semana, el alto mando del Ejército, encabezado por su jefe, mayor general Carlos A. Rivera Portes, visitó unos veinte pequeños cuarteles, y los soldados, firmes en sus puestos, mantienen el honor y el patriotismo más allá de la escasez absoluta.
El convoy militar se internó en los montes, escaló las montañas y bajó las quebradas, y estaban allí, resguardados por la sombra de algún árbol en el día y el descampado en la noche.
(+)
MEDIDAS ADOPTADAS POR LAS AUTORIDADES
Para mantener las medidas de los organismos nacionales y extranjeros para que no se expanda la enfermedad del cólera, el Ejército Nacional asignó provisionalmente más de 500 soldados a al Centro de Especializado de Seguridad Fronteriza (Cesfront) y a los puestos militares, correspondientes a las distintas brigada fronterizas.
El servicio en la frontera se realiza entre dos mundos muy distintos, cuyo principal contraste son los lugares protegido de este lado y la deforestación de aquel, pero en un momento se igualan en una franja seca castigada por el sol. En los puntos donde se apostan aventureros haitianos en la carretera internacional, los soldados les explican que deben cumplir las normas para evitar la enfermedad. Los grandes mercados binacionales de Elías Piña, Jimaní y Dajabón se han adoptado medidas preventivas de control, pero a todo lo largo de la carretera internacional hay pequeños intercambios y comercio que tienen que ser vigilado por los soldados.
Reproducida del: Listín Diario
No hay comentarios:
Publicar un comentario