Ya pueden pasar mil años que sólo una vez más se podrá escuchar en todo el planeta el ruido atronador de un gol como el que logró España. El país entero botó y la tierra tembló del uno al otro confín. La selección alcanzó la meta más alta de su historia al arrebatar a Alemania con un brillo cegador el pase a la final de un Mundial. Si ha habido muchas veces que el deporte ha permitido poder presumir de ser español, nunca como ahora. Salga a la calle y no diga España, diga Gloria. Espera Holanda, a la que hay que suponer los próximos días planeando cómo frenar un destino que, ahora sí, parece inevitable. [Narración y estadísticas: 1-0]
No salió Fernando Torres y eso a los alemanes les cogió de mala manera, porque Del Bosque optó por meter una avispa en el Mercedes. Pedro entró como un zumbido permanente, molesto, muy molesto. Alemania también sorprendió al Mundial, que le había visto hasta ese momento como un equipo decidido y sin complejos. Eligió campo y dejó el balón para los españoles. Juntó su defensa al centro del campo a la espera de un fallo de comunicación de los de España. Nada que ver con el equipo poderoso y decidido desde el comienzo del torneo y que gobernaba a sus rivales. Así que dos estilos muy diferentes desde el comienzo.
Pedro creo la primera, un pase interior hacia la carrera de Villa, que se topó con Neuer en el área pequeña. Puyol también pudo marcar, pero fue Jabulani y no al revés el que remató a la cabeza del defensa. El mensaje alemán quedó claro desde el comienzo. ¿No sois vosotros los del 'tiqui-taca'? Pues a ver cómo os las arregláis. Venid a por nosotros. Villa, instalado como delantero centro, perdía ese punto de sorpresa tan espectacularmente aprovechado en los encuentros anteriores. Esto sí era un obstáculo.
Prietas las filas, como se diga en alemán, el riesgo del control total era terminar con los ojos cerrados y que un balón se escapara para que entre Podolski y Ozil montaran contras. Se asomaron un par de veces, pero fue humo y no fuego. Gravitaba en el ambiente la pregunta de si España iba a saber soportarse a sí misma, si tendría claro que la base de su éxito consistía en su poder de elección. Jugar entre líneas nunca fue sencillo para ellos, culminar el último pase. Imaginemos una discusión entre una pareja: uno argumenta con vehemencia y el otro calla. España aguantaba, por el momento y se cuidaba muy mucho de gritar algo así como: "¡Pero di algo de una vez!". Con la razón en su poder, no había por qué perder las formas.
Lo de la segunda parte se fue convirtiendo en algo de mal gusto. Alemania pudo haber salido del vestuario con el chándal. A los 10 minutos, España ya había conseguido su mejor fútbol y, posiblemente, el mejor fútbol de todos los participantes, incluida esa Alemania que se estaba traicionando de mala manera a sí misma. El marcador seguía estropeado. Low metía cambios sin saber nada de nada, incapaz de manejar un 'baño' espectacular. Puede que en esos momentos la angustia impidiera percibir la felicidad que producía ver jugar a España, inmensa de imaginación, inmensa de saber que estaba haciendo lo correcto; inmensa por no permitir que el vértigo le impidiera dar un paso tras otro. El marcador seguía equivocado. Sí, 'tiqui-taca', 'tiqui-taca', y a mucha honra. Y daba rabia imaginar que un equipo tan noble con este juego no estuviera ya enviando sms a todos los suyos con las repeticiones de sus goles.
Si le hubieran preguntado a un holandés a eso del minuto 20 de la segunda parte habría contestado, seguro, España, mejor en vacaciones y con una paella delante. Lo de Iniesta llegó a producir incluso vergüenza ajena por los alemanes, cada vez más limitados a mirar y esperar que el tiempo les diera la razón. El azulgrana, de derecha a izquierda, era un rodillo. La injusticia es el animal más terco del mundo. Casillas elevó su ya altísimo listón de popularidad con una intervención de esas de portero duro y serio a una volea de Kroos.
En otra de Iniesta, a 20 del final, taladró con esa dulzura de los bailarines y provocó un saque de esquina más. Y ahí la tocó Xavi, para ponerla en un túnel iluminadísimo sólo para Puyol, como salido de la boca de un cañón de gigantesco calibre. Un gol para la historia en ese momento. Alemania, que no se había muerto aún de vergüenza, agotó sus cambios y pegó dos pasos hacia adelante. Se fue Villa, tras un trabajo descomunal, con la lengua fuera y el corazón que se quería quedar en el campo. Y entró Torres, para recordarles a los alemanes que él iba a estar ahí arriba por si acaso. Y al corazón de Villa, y al de toda España, casi les da un infarto cuando Pedro se enceló en una acción que podría haber definido el duelo. Y así fueron pasando los minutos que a veces llegaron a parecer horas y otras segundos. Silva entró, y hasta ese gesto fue un detalle que explica muchas de las cosas buenísimas que ocurren en este equipo. Nunca nada será lo mismo. Salga ahora mismo a la calle y no diga España. Diga Gloria
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