El presidente estadounidense reclama a la cumbre "promover la democracia en Cuba"
Antonio Caño (enviado especial) Cartagena de Indias15 ABR 2012 - 00:34 CET142
El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, pasa por detrás de Barack Obama a sentarse en la ceremonia inaugural de la cumbre. / LUIS ACOSTA (AFP)
Después de años de olvido y atraído ahora por las enormes oportunidades económicas que esta región ofrece, Barack Obama ha prometido este sábado en la cumbre de Cartagena una nueva era de asociación con América Latina. Contener la penetración de China, abrir mercados para los productos norteamericanos y revitalizar la influencia política de Estados Unidos, crecientemente en entredicho, forman parte de los objetivos de la Casa Blanca con esta nueva estrategia.
“Para las Américas, este es un momento muy prometedor”, manifestó Obama en una reunión con empresarios de la región. “Se calcula que el comercio a través del hemisferio es solo la mitad de lo que podría ser. Tenemos que hacerlo mejor. Con cerca de mil millones de ciudadanos, mil millones de consumidores, entre nosotros, es mucho lo que podemos hacer”, aseguró.
Estados Unidos está a punto de poner en marcha dos nuevos tratados de libre comercio en el área —Colombia y Panamá— y sigue siendo un polo de atracción para las empresas y los Gobiernos latinoamericanos, pero la promesa de Obama puede llegar demasiado tarde. China ha avanzado de forma espectacular en los últimos años, es ya el principal socio comercial de varios países, incluida la gran potencia regional, Brasil, y le disputa a EE UU el liderazgo tradicional en el volumen total de inversiones extranjeras.
Prácticamente todos los gobernantes latinoamericanos se quejan de la absoluta indiferencia que la Administración norteamericana ha mostrado hacia sus vecinos del sur a lo largo de los tres últimos años y, en conversaciones privadas, se muestran hoy más que escépticos de que las palabras de Obama se traduzcan en medidas tangibles a corto plazo.
Preocupado por contener a China en Asia y por buscar una posición dominante en la región del Pacífico, EE UU ha comprobado cómo China se le colaba en lo que antiguamente se entendía como su patio trasero, en perjuicio no solo de su credibilidad como potencia, sino también de sus posibilidades con vistas a un futuro que, como nunca en la historia, se observa hoy con gran optimismo en América Latina.
Obama trata ahora de recuperar el terreno perdido, no por la vía acostumbrada en este continente de la presión política y la imposición de condiciones, sino dando un impulso al comercio y al libre mercado desde una posición de igualdad. “Tenemos que aceptar que estamos en un mundo nuevo y que tenemos que relacionarnos de otra manera”, reconoció el presidente norteamericano. “Si EE UU se da cuenta de que sus intereses estratégicos de largo plazo no están en Afganistán o Pakistán, sino en América Latina, tendremos grandes resultados”, pronosticó el presidente colombiano, Juan Manuel Santos.
La mayoría de los presentes en esta cumbre albergan, no obstante, serias dudas al respecto. En unos casos, porque se aprecia que, mientras Obama habla de libre comercio, su país sigue imponiendo medidas proteccionistas. “Si quieres que un niño camine, no le impidas andar; si quieres que una industria exporte, no la protejas”, advirtió el presidente de México, Felipe Calderón. En otros casos, se sospecha que el repentino interés de Obama en América Latina está movido por los intereses electorales.
Antes de llegar a Cartagena, el presidente norteamericano hizo una escala en Tampa (Florida), donde están asentadas algunas de las empresas interesadas en expandir sus negocios en América Latina. Allí, Obama habló de los empleos que se pueden crear con ese comercio, de los beneficios que este acercamiento pueden tener para EE UU y, particularmente, para Florida, uno de los Estados decisivos para elecciones del próximo mes de noviembre.
La presencia de Obama en la Cumbre de las Américas le permite, además, pronunciar alguna frase en español y mostrar mayor proximidad física y emocional con los países de los que proceden la importante comunidad hispana, que tendrá un papel tan destacado en las presidenciales.
Uno de los 33 presidentes que participan en esta cumbre se quejaba ayer en privado de que “EE UU ha traído su política doméstica a esta reunión”. Indudablemente, el calendario electoral es el asunto más acuciante en estos momentos para la Casa Blanca. Eso facilita la relación amistosa que ayer se apreció en los foros de esta conferencia, pero dificulta las opciones del presidente de avanzar en problemas políticos como el de Cuba. Precisamente la importancia electoral de Florida, donde reside la mayor parte del exilio cubano, impide cualquier flexibilidad de Obama en esa materia. Ayer se limitó a decir que “uno de los desafíos que afrontamos ahora es el de promover la democracia en Cuba”.
En la anterior cumbre, celebrada en 2009 en Trinidad y Tobago, un Obama recién elegido presentó una política audaz de acercamiento a Cuba. Después de tres años sin ningún progreso, todo lo que puede hacer ahora el presidente es, como hizo con el presidente ruso, Dmitri Medvédev, prometerle a sus colegas latinoamericanos que el año próximo podrá ser más flexible.
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